María había sido considerada como una gran pecadora, pero Cristo conocía las circunstancias que habían formado su vida. El hubiera podido extinguir toda chispa de expectativa en us alma, pero no lo hizo. Era él quien le había librado de la desesperación y de la ruina. Siete veces ella había oído la represión que CRISTO hiciera a los demonios que dirigían su corazón y su mente. Había oído su intenso clamor al Padre en su favor. Sabia cuan ofensivo es el pecado para Su inmaculada pureza; y con su poder ella había vencido.
Cuando, a la vista humana, su caso parecía desesperado, Cristo vio en María aptitudes para lo bueno. Vio los mejores rasgos de su carácter. El plan de la redención invistió a la humanidad con grandes posibilidades. Y en María estas posibilidades debían realizarse. Por la gracia de Dios -¡ella!- llego a ser participante de la Naturaleza Divina. Aquella que había caído fue expuesto en estrecho compañerismo y ministerio con el Salvador.
Ella se sentó a sus pies.
Ella derramo el ungüento.
Ella estuvo al pie de la cruz.
Ella le siguió al sepulcro.
Ella fue la primera que vio al resucitado.
Ella fue la primera que vio al resucitado.
Ella fue la primera que proclamo a un Salvador Viviente.
¡Tres cruces en la colina del Calvario!
La del centro es la cruz de la redención, en la cual un Hombre moría por el pecado.
Qué ejemplo de mujer.