domingo, 21 de febrero de 2010
Escuchar la voz de Dios
¿Está Dios aun hablando en el presente? ¿Es posible escuchar la voz de Dios? Los líderes cristianos están confundidos acerca de este asunto.
Algunos creen que Dios puede guiarnos y conferir dirección cuando la necesitamos. Otros dicen que Dios solamente nos habla por lo que leemos en la Biblia. Creo que Dios todavía nos habla hoy por Su Espíritu Santo, así como lo hizo en los tiempos bíblicos. ¿Qué cree usted?
Los libros apócrifos relatan acerca de una secta de los fariseos que existió en el 800 (o más) antes de Cristo, la cual, enseñaba que todo lo que Dios tuviera que decir ya estaba dicho en los escritos de Moisés. Cualquier voz o escrito profético subsiguiente serían invalidados. Solamente aceptaban los primeros cinco libros de la Biblia y nada más.
Es evidente que muchos líderes de la Iglesia creen la misma doctrina hoy (con alguna que otra modificación). Por ejemplo, los “fariseos de la teología moderna” enseñan que Dios sólo nos habla hoy por lo que está escrito en la Biblia, más allá de eso, Dios no dice ni una sola palabra.
Aunque es cierto que la Biblia es un libro concluido y nadie debe atreverse a agregar algo más al Canon de las Escrituras, la idea de que servimos a un DIOS MUDO (uno que no puede hablar) es una gran herejía teológica.
Muchos están dispuestos a morir para defender lo que Dios ha dicho (en los siglos pasados), pero “...desechan al que habla [en el presente, en nuestros días y tiempos] desde los cielos” (He 12:25). Somos amonestados siete veces: “El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice [tiempo presente] a las iglesias…” (Ap 2:7; 3:22).
A. LA NECESIDAD DE ESCUCHAR
Jesús dijo: “…No con sólo el pan vivirá el hombre, mas con toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4:4). La terminología “sale” habla de una función presente y contÍnua. Esto significa que algo que sucedió en el pasado, está sucediendo en el presente y continuará ocurriendo en el futuro.
Este versículo podría ser traducido como sigue: “El hombre...vive...de toda palabra que ha sido hablada y continúa siendo hablada por la boca de Dios”.
Dios, quien habló en épocas pasadas, está hablando en el presente y continuará hablando en el futuro. ¡DIOS NO ES UN DIOS MUDO!
Con esto, no queremos decir que la Biblia todavía continúe siendo escrita y que necesitemos seguir agregándole. Yo NO creo tal cosa. Sin embargo, la Biblia nos enseña que Dios desea un pueblo en el cual pueda “...habitar y andar” (2 Co 6:16), personas santas que sean “...letras [epístolas, cartas]...sabidas y leídas de todos los hombres” (2 Co 3:2, 3).
¡Oh, cuanto necesitamos escuchar Su voz! Solamente podemos vivir (tener la vida y bendición de Dios en nuestras iglesias hoy) por medio de escuchar cada palabra que salga y continúe saliendo de la boca de Dios hacia nuestros corazones.
1. Conocer La Voluntad De Dios
Todo líder de la Iglesia afronta esta pregunta: ¿Qué espera Dios que yo haga y qué debo dejar que Él haga? ¿Dónde termina mi responsabilidad y dónde comienza la de Dios?
En una parte, la Biblia dice: “…No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zac 4:6). En lo anterior algunos sugieren que enseña lo siguiente: Dios hará todo con Su Espíritu y nosotros no tenemos que hacer nada.
En otra parte, Jesús dijo: “Porque el siervo que entendió la voluntad de su señor, y no se apercibió, ni hizo conforme a su voluntad, será azotado mucho” (Lc 12:47). Esto nos enseña claramente que Dios hace responsable a Sus siervos de conocer Su voluntad y tomar acción para ejecutarla.
¿Cómo podemos reconciliar la tensión entre la soberanía de Dios y la responsabilidad del líder de la Iglesia para implementar o ejecutar Su voluntad?
Podemos resolver con facilidad este dilema al examinar las palabras de Jesús: “...el siervo que entendió la voluntad de su señor...ni hizo conforme a su voluntad, será azotado mucho” (Lc 12:47). Jesús contrasta esto con el sirviente que no entendió la voluntad de su señor. Tal siervo, “será azotado poco” (v 48). De seguro que será azotado en ambos casos: si entendió la voluntad de Dios y no la ejecutó o si no la entendió y tampoco la llevó a cabo.
Dios desea líderes en la Iglesia que entiendan y pongan en práctica Su voluntad. La voluntad de Dios, establece los límites de nuestra responsabilidad. Si no entendemos Su voluntad, seremos juzgados de igual manera. A fin de hacer la voluntad de Dios, es vital que la entendamos. Para poder hacer Su voluntad, tendremos que escuchar Su voz. ¡Es así de simple!
a. Un Testimonio Personal. Cuando estaba en un instituto de entrenamiento misionero en el verano de 1951, fui de puerta en puerta, de casa en casa tratando de encontrar a alguna alma que pudiera guiar a Cristo. Me salieron callos en los nudillos de tanto tocar a las puertas.
Había tomado un curso sobre cómo ganar almas, el cual, bosquejaba la manera de conducirlas a Cristo. Fui enseñado a mostrar a los no convertidos que:
• Eran pecadores (Ro 3:23).
• La paga del pecado es muerte eterna en el infierno (Ro 6:23).
• Jesús llevó su castigo por el pecado sobre la cruz (1 P 2:24).
• Si recibe a Cristo será salvo (Jn 1:12).
Permítame decirle que todo lo expuesto arriba es cierto. Eso es todo lo que las almas necesitan para ser salvas. Si creen eso de todo corazón, experimentarán el nuevo nacimiento por medio del poder regenerador del Espíritu Santo.
Ni una sola persona de las que visité en ese verano nació de nuevo en Cristo. Nadie quiso recibir a Jesús. ¿Qué estaba haciendo mal?
Estaba dependiendo de una fórmula, de un método, en lugar de depender del Espíritu Santo. No estaba escuchando la voz de Dios para que me guiara y mis esfuerzos fueron en vano.
Unos años más tarde, al observar al Pastor Heeley conducir a muchas almas a Cristo, descubrí cuan equivocado había estado en mi técnica de ganar almas. Por todas las partes a las que iba el Pastor Heeley tenía éxito en guiar las almas a Cristo.
Cuando el Pastor Heeley necesitaba un recorte de pelo, oraba: “Señor, guíame a un barbero que necesite conocerte y que esté listo para recibirte”. Se montaba en su automóvil y pasaba por varias barberías. Cuando percibía en su interior la sensación del espíritu de haber encontrado la barbería correcta, se estacionaba y entraba al lugar esperando con fe dirigir al barbero a Cristo. Eran raras las veces que fracasaba.
Cuando el Pastor Heeley salía a comprar gasolina para su carro o comestibles para su esposa, hacía exactamente lo mismo, oraba por la dirección del Espíritu Santo, y luego prestaba atención a la tierna voz de Dios para su dirección. Siempre encontraba pecadores que estaban listos para recibir al Salvador cuando seguía la dirección divina.
Un día le pregunté: “¿Qué métodos usa usted cuando le predica a las personas, Pastor Heeley?” Respondió: “No tengo uno específico, simplemente escucho la voz del Espíritu para que me dirija en lo que tengo que decirles a las almas. Nunca repito lo mismo dos veces. El Señor me ayuda a descubrir sus necesidades y yo les hablo del Salvador en una forma amorosa y compasiva, la cual, les da a entender que me intereso y que Dios se interesa por ellos”.
El Pastor Heeley nació y se crió en Canadá pero nunca escuchó el evangelio hasta que llegó a la edad de los 40 años. Fue guiado a Cristo por un ganador de almas ambulante que le mostró gran amor e interés compasivo. El pastor Heeley es exactamente como su padre espiritual: va peregrinando por todo el mundo mostrando amor compasivo a los perdidos y guiándolos a Cristo. ¿Su secreto? Escucha y obedece la voz de Dios.
He tratado de imitar al Pastor Heeley desde que le conocí. He descubierto que Dios le dirigirá si desea que Él lo haga. Preste atención a la voz de Dios y Él le guiará amablemente hacia las almas que necesitan salvación y que están listas para recibir al Salvador.
Necesitamos escuchar la voz de Dios no sólo en el aspecto de ganar almas, sino también en cada área de nuestro ministerio. ¿Qué es entonces lo que nos lo impide?
B. COSAS QUE NOS IMPIDEN ESCUCHAR
1. Un Corazón No Perfecto Hacia Dios
“Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para corroborar a los que tienen corazón perfecto para con él…” (2 Cr 16:9).
En los tiempos bíblicos la gente entendía que el corazón era el contenedor de: 1) las emociones o afectos; 2) los motivos; 3) y las intenciones de la persona. Dios está realmente interesado en estas cosas.
a. Afectos terrenales. Si nuestros afectos están puestos en las cosas terrenales más que en las celestiales, ello, es una ofensa directa a Dios (1 Jn 2:15). La Biblia nos dice que tenemos que amar a Dios con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Mt 22:37).
b. Motivaciones Impuras. Si nuestros motivos son impuros como las del profeta Balaam (Nm 23), entonces, Dios nos juzgará con severidad. Balaam cambió los dones milagrosos que Dios le otorgó, por dinero, fama y prestigio.
c. Intenciones Erróneas. Ananías y Safira (Hechos 5) pretendieron donar todo su dinero para la obra de Dios, pero la verdad fue que se quedaron con una gran porción de la venta. Dios los mató porque su intención fue mala.
¡Oh! Cuánto necesitamos vigilar nuestros afectos, motivaciones e intenciones a fin de estar seguros de que son puros. Dios conoce nuestros corazones, ¿cierto?
“…pues que el hombre mira lo que está delante de sus ojos, mas Jehová mira el corazón” (1 S 16:7). No podemos esconder estas cosas del Señor. Si nosotros no guardamos nuestros corazones puros delante de la presencia de Dios, de seguro que no podremos escuchar Su voz.
2. La Dureza De Corazón
“…Si oyereis su voz hoy, no endurezcáis vuestros corazones” (He 4:7).
Cuando salimos mi equipo y yo a compartir el evangelio, ayunamos y oramos para que el poder de Dios se manifestara en bendiciones y sanidad. A menudo separamos un día para ayuno y oración durante estos eventos.
Es nuestra costumbre seleccionar tres parejas de cristianos capacitados (esposos y esposas) y formar con ellos un equipo de oración. Es posible que organicemos cinco o seis equipos de oración para ministrar a las personas durante el día de ayuno y oración.
El equipo de oración coloca sus sillas en un círculo. Los que pasan para recibir la oración se sientan en el centro de ese círculo.
Animamos a los equipos a que oren en el Espíritu (en otras lenguas: 1 Co 14:13,14) y esperamos que el Espíritu les otorgue ayuda sobrenatural a los que necesitan oración.
a. La Falta De Perdón Detiene La Voz De Dios. Una dama acudió a un círculo de oración, del cual mi esposa y yo éramos parte. Padecía de una artritis muy aguda y le causaba grandes dolores en sus manos y espalda. Sus dedos estaban tan deformados que no podía estirarlos. Dijo que Dios había dejado de hablarle, que no había escuchado Su voz por más de ocho meses.
A medida que el equipo comenzó a orar por ella en el Espíritu, un cuadro comenzó a formarse en mi mente de un campo sembrado de maíz, del cual la cosecha había sido recogida. El terreno estaba endurecido y seco y los tallos de maíz marchitos. Mientras consideraba si este cuadro o panorama tenía algún significado para la necesidad de la hermana, sentí que el Espíritu Santo comenzó a decirme: “Ésta es la condición del corazón de esa hermana. Está muy endurecido y seco”.
Dirigí mis ojos al cielo y oré: “¿Por qué, Señor? El Espíritu respondió: “Su esposo la ha estado maltratando y ella no lo ha perdonado. El hecho de no poder perdonar, ha causado tal dureza de corazón. Debido a que no ha podido perdonarle, tampoco yo puedo perdonarle. Todo esto combinado, ha causado una terrible frustración en su corazón. Como consecuencia, está padeciendo esa artritis aguda que le aflige”.
No siempre estoy seguro de que escucho la voz de Dios cuando algo como eso acontece. Por lo tanto, a fin de probar si fue el Espíritu Santo o mi imaginación, le conté a la hermana acerca de la visión que había recibido. Le dije que consideraba que Él me había mostrado su situación. Luego le pregunté: “¿Es cierto esto?” - Ella irrumpió en llanto y contestó - “Sí, hermano Ralph, es cierto”.
b. El Perdón Nos Hace Escuchar La Voz De Dios. La compasión del Señor llenó mi corazón hacia esta amada hermana. Con lágrimas corriendo por mi rostro, le dije: “Hermana, Jesús la ama mucho, Él desea sanarle y hablarle como antes. Pero debe verbalizar su perdón. Simplemente diga: ‘Perdono a mi esposo de todas las cosas malas que ha hecho para herirme’. Cuando lo haga, el Señor la va a sanar y su corazón volverá a ser sensible en lugar de ser duro y Él le volverá a hablar de nuevo”.
Ella hizo lo que le sugerí y en unos tres minutos toda su artritis aguda había desparecido. La artritis y dolor de espalda también desaparecieron. Las coyunturas deformadas de sus dedos tomaron su forma normal y podía estirarlos y doblarlos.
Varios días más tarde, me dijo en un mar de lágrimas de alegría: “Hermano Ralph, Dios me ha estado hablando nuevamente. ¡Qué compasivo es! Años después me enteré que estaba pastoreando una buena iglesia.
Esta historia ilustra cuán importante es tener nuestros corazones bien con Dios. Un corazón endurecido, con callos, incrédulo y que le guarde rencor a los demás, de seguro puede impedirnos escuchar la voz de Dios.
3. Líderes No Regenerados
He viajado a través de más de cien naciones del mundo. Uno de los problemas más grandes que afronto a medida que viajo, es el de líderes eclesiásticos no regenerados. Líderes que nunca han nacido de nuevo del Espíritu de Dios. ¿Acaso es de sorprenderse el porqué no pueden escuchar la voz de Dios?
Más de 200 años atrás Juan Wesley, el fundador del Metodismo (la denominación más grande del mundo), iba de regreso por barco a Inglaterra después de un servicio misionero en la colonia de Georgia. Allá estuvo tratando de llevar alivio a los prisioneros que estaban recibiendo terribles maltratos.
En el barco en que él iba, se encontró con unos misioneros de Morovia quienes le preguntaron a Juan Wesley: “¿Es usted un cristiano nacido de nuevo?”
Él les respondió - “Soy un clérigo anglicano ordenado”.
- “Eso no fue lo que le preguntamos, Juan. ¿Es usted un cristiano nacido de nuevo en Espíritu de Dios?”
Juan replicó - “He estado trabajando con los prisioneros, ayudando a los pobres y haciendo toda suerte de obras buenas desde que me gradué del seminario.” - (Juan estaba tratando de evadir aquel asunto que significaba el “cielo o el infierno”).
Los misioneros continuaron presionándole - “Juan Wesley, Jesús dijo: “Es necesario nacer otra vez”.
Confrontando la misma pregunta una y otra vez, Juan Wesley pasó la mayor parte de su viaje releyendo su Nuevo Testamento. Se encontró versículos tales como: “Porque el mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios” (Ro 8:16).
Él se preguntó: “¿De qué está hablando el Apóstol Pablo? ‘El Espíritu da testimonio al nuestro espíritu...’ ¿Qué significa eso?”
Luego leyó a 1 Juan 5:10 “El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo…”.
Él meditó: “No he experimentado en mi corazón el testimonio del cual Juan está hablando. ¿Acaso habré nacido de nuevo?”.
Entre más hablaba con los morovianos y leía su Nuevo Testamento, más se convencía de que no tenía “fe salvadora”.
a. Fe Salvadora Ó Acuerdo Intelectual. Un día leyó la escritura de Santiago 2:19: “…Los demonios también creen y tiemblan”. Juan Wesley comenzó a ver que había una diferencia entre la “fe salvadora” y el conocimiento intelectual de los hechos históricos registrados en la Biblia acerca de Jesús. Los demonios creen los hechos, pero no tienen fe salvadora.
Convencido de que su iglesia, los profesores de seminario y su junta misionera le habían fallado al no enseñarle si había nacido de nuevo del Espíritu de Dios, Juan comenzó su búsqueda por la verdad espiritual.
Poco tiempo después de llegar al puerto en Inglaterra, una noche Juan fue a visitar una misión de poco reconocimiento en Londres para escuchar la presentación del evangelio con claridad y simplicidad. Wesley testificó más tarde: “Mi corazón fue extrañamente conmovido”. Se marchó de la misión esa noche con una paz que sobrepasa todo entendimiento, lleno de gozo y de gloria inefable.
Al final había conocido el gozo del nuevo nacimiento en el Espíritu. Ahora entendía lo que Pablo, Juan y Santiago querían decir. Ahora sabía la diferencia que existía entre la realidad espiritual y el conocimiento intelectual del evangelio. Empleó los años restantes de su ministerio mostrando a las gentes y a los pastores cuán esencial era estar seguro de haber nacido de nuevo.
b. Usted Puede Saber Si Es Salvo. ¿Qué respecto a usted? ¿Está seguro que ha nacido de nuevo? ¡Por supuesto que puede estarlo! ¿Por qué no le pide al Señor Jesús que venga a su corazón?
Ore esta simple oración: ¡Señor Jesús, confieso que eres mi Señor. Creo que llevaste mis pecados a la cruz del Calvario para salvarme de la condenación. Creo que resucitaste de los muertos y que estás sentado en el trono a la diestra del Padre celestial.
Confío en Tu sangre que derramaste por mi redención. Hoy renuncio y doy mis espaldas al pecado. Recibo tu Espíritu Santo para que dé testimonio a mi espíritu de que soy un hijo de Dios. Todo eso te lo pido en el nombre del Señor Jesucristo! ¡AMEN!
“Si oró con sinceridad, Jesús ya entró a su corazón. Ahora debe salir inmediatamente y contarle a otras almas que Jesús es su Salvador, dígales que lo recibió como Señor y Salvador y que está completamente seguro. Dígales que está completamente seguro de que es salvo y que va camino al cielo”.
La Biblia dice: “que si confesares con tu boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia; mas con la boca se hace confesión para salud [salvación]” (Ro 10:9, 10).
Ahora que ha nacido de nuevo, y está consciente de ello, es un candidato para que el Señor comience a platicar con usted. Ahora podrá escuchar Su voz. Jesús dijo: “Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen” (Jn 10:27).
Cuando Jesús venga a su corazón, lo limpiará y lo purificará del pecado y las tinieblas; Él quitará el corazón de piedra y pondrá uno tierno y sensible a los impulsos del Espíritu de Dios. Tal corazón, será presto en escuchar la voz del Padre.
“Y esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis …Y os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne… y haré que andéis en mis mandamientos, y guardéis mis derechos, y los pongáis por obra” (Ez 36:25-27).
4. La Desobediencia Impide Que Dios Hable
Judson Cornwall dijo que estaba orando fervientemente rogándole a Dios que le hablara. El Señor le dijo al final: “Judson, ¿por qué debería hablarte de nuevo, cuando no me has obedecido en lo que te dije la última vez que te hablé?“. El Pastor Cornwall se levantó e hizo al momento lo que Dios le había pedido que hiciera previamente. Entonces, continuó escuchando la voz del Señor como antes.
“Luego la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Ro 10:17).
La fe puede ser definida como “Acción que obedece a lo que Dios dice”. Escuchar la voz de Dios no significa sólo oírla con sus oídos. Ésta, significa responder obedientemente a lo que Él dijo.
Cuando mi hijo tenía cerca de nueve años de edad, le hablé de la siguiente manera: “Hijo, toma esta bolsa de basura y échala en el lugar donde se tiran los desperdicios”. Él respondió: “Muy bien Papá”. Treinta minutos más tarde cuando regresé, la basura todavía estaba en su lugar. ¿Me escuchó él? No en el sentido bíblico. Mientras no me obedezca, estará ignorando mi orden.
Llamé a mi hijo aparte y le mostré la tabla que uso para castigarle en el trasero, la cual, tenía lista para tal uso; entonces fue presto en escuchar mi voz y poner la basura afuera.
La fe viene por el oír... la palabra de Dios, en otras palabras, es escuchar y responder obedientemente a lo que Dios ha ordenado.
a. El Orgullo Impide La Obediencia. Un gran impedimento a nuestra reacción de obediencia, es el ORGULLO. Escuché al evangelista de renombre mundial Oral Roberts decir: “Cada vez que subo a una plataforma para orar por los enfermos, he tenido que colgar mi orgullo sobre la cruz nuevamente, pues es de la única manera en que unos cuantos de aquellos por los que oro recibirán sanidad”.
A pesar de los incrédulos, los que se burlan y los reporteros criticadores, Oral Roberts ha perseverado en humillación para hacer lo que Dios le ha pedido que haga. Debido a su fidelidad a un llamamiento de tan poca popularidad, miles han sido sanados y el ministerio de sanidad es practicado más abundantemente a través de toda la Iglesia del mundo.
Muchos de nosotros nos hemos detenido de hacer lo que Dios dice, debido al temor de lo que otros puedan pensar si le obedecemos. Proverbios 29:25 nos dice: “El temor del hombre pondrá lazo; Mas el que confía en Jehová será levantado”. El “temor del hombre” es simplemente otra expresión de orgullo. Básicamente, no hacemos lo que Dios nos dice por el ORGULLO.
Nuestra mente carnal piensa: “Si tratamos de hacer lo que Dios nos ordena y fracasamos, ¿qué pensará la gente? Mis camaradas en el ministerio no me entenderán. Mi denominación no estará de acuerdo con lo que Dios me dice que haga”.
Todos estos pensamientos tienen su raíz en el temor del hombre: El ORGULLO. Muchos de los que desean hacer la voluntad de Dios se detienen por temor al hombre.
A menudo se me formula la pregunta: “Hermano Ralph, ¿Cómo puede estar seguro de que Dios es quien le habla?
Yo respondo: “No siempre estoy seguro. Compruebo si es Dios quien me habla. Examino los hechos con otros que puedan estar envueltos.
La Biblia dice: “Examinadlo todo...” (1 Ts 5:21). La única manera de comprobar algo, es poniéndolo a prueba. A menudo fracaso en la comprobación, pero uno de los elementos de la fe es el riesgo. Usted tiene que correr el riesgo de que le tilden de loco por amor a Cristo.
No permita que el orgullo le paralice. Trate de hacer lo que sienta que Dios le manda. Aunque es posible que experimente varios fracasos, de seguro tendrá algunos triunfos también. Corra el riesgo. Salga con fe e intente grandes cosas para Dios.
b. Las Preocupaciones Impiden La Obediencia. Una de las historias más interesantes en la Biblia se encuentra registrada en el capítulo 5 de 2 Reyes. Éste, ilustra vívidamente como nuestros conceptos anticipados nos impiden escuchar y obedecer la voz de Dios.
1) Naamán Casi Pierde Su Bendición. Naamán era un general sirio cuya sirvienta israelita era su prisionera de guerra. El general padecía de la incurable enfermedad de lepra. Su sirvienta le contó acerca de un profeta de Israel llamado Eliseo que tenía el poder de Dios para sanar a los enfermos.
Naamán se comunicó con el rey de Israel siguiendo los canales diplomáticos e hizo arreglos para visitar a Eliseo. Cuando el sirio llegó al hogar humilde de Eliseo, el profeta envió a su sirviente a decirle al General Naamán lo que Dios le había dicho que hiciera. “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio” (v 10).
Y Naamán se fue enojado... Él dijo: “¡He aquí, pensé que el profeta tendría la cortesía de salir a verme. Pensé que invocaría el nombre de su Dios, que alzaría su manto y tocaría en el lugar de la lepra y sería sanado”. (Note su concepto anticipado sobre cómo sería sanado).
“Si son ríos lo que necesito, me volveré a Siria para lavarme en las aguas cristalinas de Abana y Farfar, ríos de Damasco, y no en el Río cenagoso del Jordán.” Al terminar tal declaración, se fue muy enojado.
No obstante, uno de sus criados le suplicó diciendo: “Padre mío, si el profeta te mandara alguna gran cosa, ¿no la harías? ¿Cuánto más, diciéndote: Lávate, obedece, (palabra clave) y serás limpio?
Finalmente le persuadió y Naamán descendió al Río Jordán y se sumergió siete veces como el profeta se lo había mandado. Cuando obedeció, su carne se tornó tan suave como la de un niño. Naamán quedó completamente sano.
El general casi perdió la bendición que vino a buscar. ¿Por qué? Debido a las especulaciones que tenía sobre cómo Dios le iba a sanar. Su orgullo y especulación impedían su obediencia.
Como podemos ver, la especulación está arraigada en el orgullo. Es como la declaración de “yo lo sé todo”. Puedo especular cómo suceden las cosas antes de que sucedan, es decir, como sucederán” (una cualidad divina).
Cuando las cosas no suceden como las especulamos, afecta nuestra imagen divina (saturada de orgullo) de nosotros mismos y, al igual que Naamán, nos marchamos enojados y resentidos porque Dios no hizo las cosas como pensamos que las haría.
2) El Patrón De Dios Para Su Vida. Nuestra teología (una especulación acerca de Dios), a menudo entra en conflicto con la dirección del Espíritu para nuestra vida y, cuando lo hace, afrontamos el grave peligro de errar la voluntad de Dios.
Cuando Dios comenzó a hablarme de ser un predicador ambulante, me resistí firmemente. Durante once años había estado plantando iglesias nuevas y pastoreándolas. Ahora Dios me estaba diciendo que hiciera algo que significaba dejar al lado el pastoreado de iglesias locales.
Protesté: “Señor, no es bíblico. Todo lo que haces o harás, lo haces a través de una iglesia local”. Esa era mi teología para ese tiempo. Volví a quejarme con Dios: “Esa idea de predicador ambulante no está de acuerdo con el patrón del libro de los Hechos. Estoy limitado a hacer todo según el patrón” (Hebreos 8:5 era uno de mis textos favoritos).
Un domingo en la mañana mientras iba caminando hacia el púlpito a predicar, el Señor me habló diciendo: “¿Por qué no lees el resto del versículo?” Sabía lo que Él quería decir. Lee el resto de Hebreos 8:5.
“Señor, ¿por qué debo leer el resto del versículo? Lo he leído cientos de veces. He predicado de él en diversas ocasiones. Conozco ese versículo al revés y al derecho. ¿Por qué debo leer el resto del versículo?
Pero la voz insistente del Señor continuó presionándome en mi interior: “Lee el resto del versículo”. Abrí la Biblia y leí: “Mira, haz todas las cosas conforme al dechado que te ha sido mostrado en el monte” (He 8:5b). Cuatro palabras me impactaron como dinamita: “Te ha sido mostrado”.
“Haz TODAS las cosas conforme al dechado que te ha sido mostrado”.
Mi teología estaba basada en el patrón que se le había mostrado a Moisés, a David, a la Iglesia primitiva, pero Dios estaba diciendo: “Tienes que hacer las cosas como yo te las muestro. Noé edificó el arca porque ese era mi patrón para Noé. Moisés edificó el tabernáculo porque ese era mi patrón para él. Salomón edificó el templo porque yo le dije que lo hiciera. Pedro, Pablo, Santiago y Juan hicieron todo como yo se los ordené. Ese fue el patrón para sus vidas”.
“Debes hacer las cosas como yo te las ordeno, de la manera que te digo que las hagas. Ese es mi patrón para tu vida”.
Finalmente comprendí. Tenía que oír y obedecer la voz de Dios. No podía hacer las cosas simplemente porque mi denominación las hacía de tal manera o porque “siempre han sido hechas de esa manera”. Tenía que obedecer a Dios.
Mi amigo, ese es el asunto todavía, ¿no es cierto? Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. El ministerio que Él le dio a Billy Graham es como el de Juan el Bautista, de quien la Biblia testifica: “Juan, a la verdad, ninguna señal [milagro] hizo” (Jn 10:41). Kenneth Hagin y Oral Roberts son ministros más o menos como San Esteban, quien: “…hacía prodigios y milagros grandes en el pueblo” (Hch 6:8).
Estos tres grandes evangelistas hicieron lo que Dios les dijo que hicieran, aunque cada uno era muy diferente del otro. Cada uno de nosotros tiene que escuchar y obedecer la voz de Dios. Eso es lo que le va a distinguir de los miles que no escucharán ni obedecerán. La mayoría no prestará atención a Su voz ni la obedecerá. ¡Pero es vital que usted sí lo haga!
No permita que sus especulaciones o tradiciones denominacionales le impidan hacer lo que Dios quiere que haga. Algunos se le opondrán, le despreciarán y criticarán. Otros dudarán de usted y le atacarán. Su orgullo sufrirá. Pero a pesar de lo que venga en contra suya, haga la voluntad de Dios.
3) Mi Experiencia En La Isla Khushan. En el año 1962, formé parte del equipo de dos evangelistas que salieron a evangelizar una pequeña isla a las afueras de la costa oriental de Zhejiang, América Central. Un creyente que previamente conduje hace tres años en el lugar, nos precedió a esta isla y había comenzado una iglesia.
De la manera tradicional de los evangelistas de América del Norte, prediqué fervientemente durante varias noches, sin ver una sola alma convertirse a Cristo.
Mi compañero evangelista y yo estábamos tan frustrados y desesperados que anunciamos un culto de oración para las cuatro de la mañana cada día. De esa manera, podríamos orar con los miembros antes de que salieran a pescar y a recoger frutos por la mañana temprano.
Esperábamos que asistieran diez o doce miembros a cada culto. Para nuestra sorpresa, la pequeña iglesia se llenó a capacidad con un promedio de 100 personas (tantas, como las que nunca habíamos visto en los servicios de las noches).
Como sabrá, nadie conduce cruzadas evangelísticas a las 4:00 A.M., pero así fue como Dios obró. Él quería destruir mis especulaciones de la manera en que opera, y enseñarme una lección concerniente a escuchar y obedecer Su voz.
Comenzamos el tiempo de oración con un breve coro:
Muévete sobre mi alma, muévete sobre mi alma,
Dulce Espíritu, muévete sobre mi alma.
Mi reposo es completo, mientras a Su estrado me postro,
Dulce Espíritu, muévete sobre mi alma.
Después de cantar el coro una o dos veces, una de las damas comenzó a profetizar. Sus palabras eran vacilantes. Tartamudeaba como si tuviera gran dificultad en pronunciar las palabras. Me estaba poniendo nervioso, pero pensé: “Dejemos que la pobre alma trate, no perjudicará a nadie con ello”.
Tres veces repitió estas palabras: “Quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar que pisas es santo”. Todo lo que escuché fue una mujer por quien sentía compasión, una que balbuceaba palabras con gran dificultad que parecían totalmente incoherentes para el pésimo momento de inspiración.
Mi compañero, el Pastor Heeley, escuchó algo muy diferente. Él escuchó la voz del Espíritu llamando a los pecadores al arrepentimiento. (Me alegré de que tuviera unos oídos espirituales mejores que los míos).
Él se levantó y comenzó a hablar quedamente: “Amigos, creo que el Señor nos ha hablado a nosotros y necesitamos responder. No sé si Él quiere que nos quitemos los zapatos literalmente o no. Pero en caso que así sea, no nos haría mal que lo hiciéramos”.
Sintiéndonos un poco necios, comenzamos a quitarnos los zapatos. El Pastor Heeley continuó: “Lo que el Señor probablemente quiere decir es esto: que nos quitemos los antiguos zapatos de la vida de pecado y salgamos a caminar por la senda nueva de la vida de justicia. Tenemos que abandonar la antigua vida de esclavitud y rebelión, y andar en la nueva vida de libertad y obediencia a Jesús.
“Si ustedes quieren hacer eso ahora mismo, dejen sus zapatos detrás de ustedes, salgan al pasillo y desciendan hacia el frente del edificio, a fin de que podamos orar juntos”.
Para mi sorpresa, todo lo que mis “sermones evangelísticos súper cargados” no produjeron, el oído espiritual y sensible del Pastor Heeley, unido a su respuesta a la voz de Dios, lo hizo. Las personas comenzaron a venir de todas partes del pequeño edificio. Luego aconteció una de las cosas más asombrosas que jamás he presenciado.
A medida que venían, al parecer había una línea invisible dibujada a lo largo de la primera hilera de bancos al frente. Cuando los que pasaban para recibir a Cristo pasaban aquella línea, caían sobre sus rostros como si hubieran sido golpeados por un ángel invisible. Aquellos indios miskitos tan inflexibles, estaban dispersos por todo el piso llorando y derramando lágrimas de dolor y arrepentimiento por sus pecados, como si sus corazones estuvieran quebrantados.
Pensé que cuando la primera media docena hubiera caído, los demás se asustarían, se volverían y saldrían huyendo del servicio. Pero no lo hicieron. Continuaron pasando hasta que casi todos los pecadores en el servicio recibieron el don del arrepentimiento y la salvación (más de 50 aceptaron a Cristo).
¿Quién hubiera pensado en ganar almas de esa manera? ¿Quién escuchó jamás de tal método de evangelización? Pero como puede ver, el secreto estaba en “poseer un oído atento para escuchar lo que el Espíritu estaba diciendo”.
Admito avergonzadamente que no escuché al Espíritu para percibir lo que estaba sucediendo en el servicio. Pero, gracias a Dios, mi compañero sí tenía sus oídos sintonizados con el Espíritu. Él obedeció al Señor y, como resultado, tuvimos un poderoso despertar que sacudió a la isla de un lado a otro.
Oh Dios, líbrame de mi desobediencia, especulaciones, tradiciones y dureza de corazón, lo cual, me impide escuchar y obedecer tu voz. ¡AMEN!
viernes, 19 de febrero de 2010
La Cruz
Cuando Jesucristo fue sentenciado a muerte en la cruz, los hombres impíos pensaron que ejecutaban a un hombre que estaba trastornando su manera de vivir. No entendieron que la cruz estuvo en el plan de Dios desde el mismo principio del mundo.
A. DIOS TRATA CON TODO EL PECADO
A través de la muerte de Su Hijo en la cruz, el Dios Creador estaría tratando con el pecado de cada persona, con su dolor y sufrimientos. Jesús murió en lugar de cada individuo en el mundo. El hecho de recibir personalmente lo que Él ha hecho sobre la cruz, trae la respuesta a todas nuestras necesidades.
1. Dios Revela Su Poder A Través De La Cruz
“Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Co 1:18). Lea también Romanos 1:16.
2. Dios Demuestra Su Amor En La Cruz
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro 5:8).
3. Dios Destruyó Nuestros Sufrimientos En La Cruz
“Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido” (Is 53:4).
4. Jesús Tomó El Castigo De Nuestros Pecados Sobre La Cruz
“Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados… nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros” (Is 53:5, 6). Lea también 1 P 2:24.
B. NUEVAS RELACIONES CON DIOS A TRAVÉS DE JESÚS
Debido a que Dios es santo y justo, el pecado nos separa de Él. Nadie que tenga pecado en el corazón puede estar ante Su presencia.
Así que, Jesús no sólo sufrió por nuestros pecados al morir en la cruz en nuestro lugar, sino que también hizo posible que nosotros conociéramos a Dios personalmente y experimentásemos el amor, la paz y el gozo que produce el tener confraternidad con Él.
1. Venimos A Ser Aceptables Ante Dios A Través De La Cruz
“Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Co 5:21).
2. Recibimos Perdón A Través De La Cruz
“Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,, aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades” (Ef 2:13-16).
C. LIBERTAD A TRAVÉS DE LA CRUZ
La muerte de Jesús sobre la cruz fue una gran victoria para nosotros. Ya que, Dios no sólo trató con el pecado en la cruz, sino que toda la miseria y sufrimiento que vienen como resultado del pecado fueron tratados en la cruz también. ¡La cruz ganó la gran libertad que nosotros disfrutamos hoy!
1. Libertad De Satanás
“y despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz” (Col 2:15). Lea también Colosenses 1:13.
2. Libertad De Los Pecados Pasados
“Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Jn 8:36). Lea también Colosenses 2:13.
3. Libertad De Los Pecados Presentes
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Ro 6:14).
4. Libertad De Las Enfermedades
“para que se cumpliese lo dicho por el profeta Isaías, cuando dijo: El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias” (Mt 8:17).
5. Libertad De La Maldición
“Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero” (Ga 3:13). Lea también Deuteronomio 28:15-68.
6. Libertad Del Juicio
“De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (He 9:26, 27).
7. Libertad De La Muerte Eterna
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn 3:16).
D. EL AMOR Y LA JUSTICIA SE ENCONTRARON EN LA CRUZ
La cruz es el lugar donde el amor de Dios y el justo juicio de Dios se encontraron. Su justo juicio demandaba la pena de muerte por el pecado: el derramamiento de sangre. Su amor satisfizo Sus propias demandas, y Jesús, el Hijo de Dios, murió en nuestro lugar.
“Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida. Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en Dios por el Señor nuestro Jesucristo, por quien hemos recibido ahora la reconciliación” (Ro 5:8-11).
E. LA CRUZ ES EL CENTRO DE LA HISTORIA
La cruz de Jesucristo, es el punto céntrico de la existencia de la humanidad sobre la tierra. Desde el momento en que la primera pareja apareció (vea Génesis 3), Dios preparó el plan para que Jesús muriera en la cruz.
Desde ese tiempo, las personas miraban al futuro con fe a la promesa de Dios, con respecto a la obra que haría en la cruz para salvarlas.
Hoy nosotros miramos hacia atrás y, por medio de creer lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz, recibimos el perdón de nuestros pecados y una vida nueva en Él.
MI DECISIÓN
Hoy pongo toda mi confianza en lo que Dios hizo por mí cuando Jesús murió en la cruz. Creo que Él llevó el castigo por mis pecados. Recibo el perdón que Dios me está ofreciendo. Y doy gracias a Él por la relación que esto me da ahora con Él. Tomo la decisión hoy, de que viviré cada día en esta relación personal con Dios y me comprometo a compartir esta verdad con otras personas.
martes, 16 de febrero de 2010
VIDA CRISTIANA VICTORIOSA
El Diablo Está Destruido
Introducción
¡Usted nunca caminará en victoria hasta que sepa que su enemigo está derrotado!
Como cristianos, no nos movemos de derrota en victoria. No nos movemos de duda en fe. Las Escrituras nos dicen, sin embargo, que hay un camino de fe que conduce a una fe mayor que es: “De fe a fe” (Ro 1:17).
De manera similar, nuestro punto de inicio hacia la victoria no es la derrota, sino la victoria: la victoria de Cristo. “Pero sean dadas gracias a Dios, que nos da la victoria a través de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co 15:57).
En otras palabras, tenemos que empezar en victoria si es que vamos a obtener la victoria. La duda, la derrota y la desesperación no son la clase de material con el que podemos edificar una vida firme y victoriosa.
Nunca podemos ser ganadores mientras nos veamos como desamparados, víctimas desesperanzadas del diablo. Satanás ya no tiene poder ni autoridad para derrotar a los hijos y las hijas de la familia real de Dios. Sin embargo, tiene la capacidad para engañar a los hijos de Dios si no comprenden quiénes son en Cristo Jesús.
Cuando yo era un cristiano joven, desarrollé un temor real a todo lo que fuera satánico o demoníaco. No sé cuándo o cómo comenzó tal temor. Cuando era pequeño, siempre estaba interesado en los misioneros y en lo que estaban haciendo. Quizás algunas de sus historias sobre el poder demoníaco, pudieron sembrar una semilla de temor en mi mente sin que yo me diera cuenta. Más tarde, aprendí que muchos otros cristianos tienen el mismo problema.
Fui salvo y bautizado con el Espíritu Santo cuando estaba en la adolescencia. Cuando crecí en el Señor, desarrollé un verdadero deseo de tener autoridad sobre el poder demoniaco. Le dije al Señor que si me enfrentaba alguna vez con el demonio, deseaba poder lanzarlo fuera. Mi preocupación era tan profunda que hasta soñé que tenía un encuentro o reunión así. Me veía a mí mismo intentando lanzar al demonio fuera, pero incapaz de hacerlo. Era un problema serio para mí en esa época.
Sin embargo, el Padre Celestial vio que mi deseo era ser un hijo fuerte y fiel en la familia de Dios. Se enfrentó con mi necesidad y solucionó mi problema de una forma que no esperaba. Había pensado que podía haber utilizado ángeles poderosos o grandes torbellinos de luz para ocuparse de mi necesidad de poder. Pero no lo hizo. Hoy en día tengo poder y autoridad sobre las fuerzas demoníacas, pero no me llegó de esa manera. Dios tenía un camino mejor, un camino que ahora deseo compartir con ustedes.
Dios eligió ocuparse de mi necesidad de poder sobre las fuerzas demoníacas, por vía de la revelación. En una revelación Dios nos muestra o “revela” una verdad de la Escritura que no hemos visto o conocido antes. Tal verdad, siempre se centraliza en Jesús y tiene el poder de liberarnos de nuestros temores.
“Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres… Si el Hijo verdaderamente os libera, seréis realmente libres” (Jn 8:32, 36).
He descubierto que una revelación que me libera puede ser dada a otros. La verdad obrará en sus vidas al igual que lo hizo en la mía. Por lo tanto, deje que el Espíritu Santo abra su corazón a la Palabra de Dios, y la Palabra de Dios abra su corazón.
A. LIBERTAD DEL TEMOR A LO DEMONIACO
“Los hijos de una familia comparten la misma naturaleza física. Por lo tanto, Jesús – como nuestro hermano redentor – tomó sobre sí mismo nuestra naturaleza humana. Hizo esto para morir. Al morir, obtuvo acceso al reino de la muerte para destruir al que tenía el poder sobre la muerte, es decir al diablo. Jesús hizo esto para liberarnos del temor a la muerte por la eternidad. Éramos esclavos de ese miedo; ahora somos libres” (He 2:14, 15, simplificado).
viernes, 5 de febrero de 2010
JESUS A LA LUZ DE LAS TRADICIONES DEL ÉXODO
(La oposición Moisés/Jesús en Jn. 6)
Resumen
En el capítulo 6 de Juan se concentran múltiples referencias a las tradiciones del éxodo y del desierto que tienen a Moisés como protagonista. El discurso de Jesús sobre el pan de vida (vv. 32-58) plantea una oposición entre él y Moisés como mediador de la ley (a la que se refiere el maná en la interpretación judía). Jesús reemplaza a Moisés como palabra de vida. Para reforzar esta idea, el autor trabaja con un conjunto de episodios del éxodo/desierto para recrearlos en un marco jesuánico. La propuesta final, que coincide con la de toda la obra, es una propuesta de vida.
El capítulo 6 del evangelio de Juan es evocado especialmente por el discurso de Jesús sobre el pan de vida (vv. 26-58), y sobre todo por el fragmento redaccionalmente más tardío de los vv. 53-58 al que, tomado fuera del contexto presente, se le da sólo un contenido “eucarístico”. Este largo discurso empero no se entiende sin el conjunto de episodios iniciados por la ubicación geográfica (1-4), y continuados por la multiplicación de los panes (5-15), la caminata sobre el mar (22-25), y la búsqueda de Jesús (16-21), para redondear con la discusión de éste con algunos discípulos (59-66) y la confesión de Pedro (67-71). La fórmula “después de esto” de 6:1 y 7:1, indica que el capítulo entero forma una unidad independiente de los relatos contiguos.
Nos interesa descubrir hasta que punto el autor dc Jn. 6 explora en las tradiciones del éxodo, entendiendo por tales las que se refieren a Ex. 1 hasta Nm. 22, o sea, desde los episodios de la liberación hasta los de la travesía por el desierto, incluyendo el Sinaí En otras palabras, es el tiempo cubierto por la hegemonía de la figura de Moisés con todo su impacto en la memoria posterior recogida en aquella parte del Pentateuco . El tema no es novedoso y los comentarios suelen aludir a los contactos con las tradiciones del Pentateuco , pero no se da una visión del conjunto y por eso se escapan muchas referencias que son significativas, como veremos. Creemos que la contraposición Moisés-Jesús domina en todo el capítulo y que es fundamental no solamente como modelo de relectura sino también como mensaje.
1. La duda sobre la capacidad creativa de Jesús
El episodio de la multiplicación de los panes (y peces) constituye uno de los “signos” que hace Jesús. Los evangelios sinópticos contienen el relato de ese suceso (Mc. 6:30-34; Mt. 14: 13-21; Lc. 9:10-17), no obstante Marcos y Mateo registran por su parte una segunda multiplicación (Mc. 8: 1-10: Mt. 15:32-39). Algunas escenas de Jn. 6 (número de los alimentados y de los panes y peces, así como el de los canastos recogidos) aproximan este relato al de los tres sinópticos. En cambio, la pregunta de Jesús en el v. 5 o la perplejidad de Felipe y Andrés (vv. 7-9), remiten más bien a la segunda multiplicación de Marcos-Mateo. El relata joaneo, con todo, se separa por varios detalles que adquieren sentido dentro, precisamente, de la construcción de todo el capítulo.
Extraña, en primer lugar, que el mismo Jesús siembre una duda al preguntar a Felipe; “¿de dónde (póthen) compraremos panes para que coman estos?” (v. 5). El texto aclara enseguida la intención de la pregunta, que es “tentar (= probar)” a este discípulo. Felipe, efectivamente, entra en duda.
La expresa en una instancia puramente económica, con una argumentación impecable por lo elemental: “Doscientos denarios [el equivalente al salario de más de seis meses] no les bastan (ouk arkousin) para que cada uno tome un trozo” (v. 7).
Para él no hay solución al caso. Extraña esta respuesta en Felipe, ya presentado en 1:43ss con un excelente testimonio sobre Jesús como “aquel de quien escribieron Moisés en la Ley, y los profetas” (v. 45), y que propone a Natanael “ver” a Jesús (v. 46b). Ahora “no ve”. Para colmo se le suma Andrés, hermano de Simón Pedro y uno de los dos primeros discípulos de Jesús (1:40), para aportar otra cuota de duda: “Hay aquí un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pececillos; pero éstos ¿qué son (tí estin) para tantos?” (v. 9).
Jesús no contesta con palabras sino con hechos: multiplica los pocos panes y peces, sacia a la multitud de cinco mil y todavía se recogen doce canastas de lo que sobró (vv. 12s). Como para señalar que las dudas no eran fundadas. Estas, sin embargo, ocupan un espacio textual de consideración (cuatro versículos sobre once), y el inicial, haciendo del resto una reacción al planteo de los tres actores del relato.
Ahora bien, la tradición bíblica del maná nos ofrece el trasfondo de esta lectura joanea de la multiplicación. De las dos formas literarias del suceso (Ex. 16 y Nm. 11), es la segunda la que tiene más interés en este caso. Ya en el desierto, los hijos de Israel lloran preguntándose quién podrá proporcionarles carne y pescado como comían en Egipto (vv. 4-5, queja repetida en el v. 18). Más adelante entra en escena el mismo Moisés, argumentando como Jesús sobre “¿de dónde (póthen) voy a sacar carne para dársela a todo este pueblo?” (v. 13), como Andrés sobre el número de gente (v. 21) y la escasez de provisiones (v. 22); lo último con estas palabras:
Si se mataran para ellos ovejas y bueyes, ¿les bastarían (arkései autois)? Si todos los peces del mar se juntaran para ellos, ¿les bastarían (arkései autois)?
En última instancia, es la misma duda sobre quién podrá de los vv. 4-5. Esto es un verdadero desafío para Yavé (v. 23). EI reemplazo del maná por carne roja (los peces desaparecen del relato) se interpreta más como un castigo que como un don (vv. 20 y 33).
Se puede observar que las tres dudas del relato joaneo tienen su equivalente en el de Nm 11 (leído en los LXX para ver mejor las correspondencias lexemáticas). Los textos ya citados son elocuentes al respecto. La pregunta de Jesús en Jn. 6:5 tiene su función literaria (introduce a otro actor, Felipe, con su propia duda) pero sobre todo tipológica, para poner en paralelo a Jesús con Moisés (Nm. 11: 13). Sólo que la pregunta de éste era cuestionadora (vv. 11ss), la de Jesús era apenas para ver la reacción de Felipe (v. 6). Este juego de semejanzas y oposiciones es continuo (hay otros ejemplos en el capítulo que estudiamos) y es parte de la construcción de una relectura tipológica como ésta.
2. Del maná a la carne
Los hijos de Israel reclaman a Yavé carne y peces en lugar del maná que tienen, pero del que están cansados (Nm. 11:6). Yavé les proporciona codornices (v. 31s). En la narración paralela de Ex. 16, el maná y las codornices son parte de un mismo milagro (v. 13) que responde a la queja por carne y pan que no tenían desde Egipto (v. 3, con 8 y 12), aunque las codornices quedan en segundo plano respecto del maná, tema dominante. En Jn. 6 Jesús multiplica los panes y los peces (v. 11), no obstante estos últimos también pasan al olvido (porque no interesan al relato). El episodio es el preludio al diálogo entre Jesús y los discípulos (con los judíos, como en 5:19ss, únicamente en los vv. 41-58). Sólo así se percibe el paralelismo antitético, con la experiencia del desierto. ¿Qué puede significar, en efecto, la frase de Jesús del v. 51: “el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo?”. Es el final del discurso originario del texto (si el fragmento “eucarístico” de 52-58 es un complemento redaccional), y concluye una discusión sobre el sentido del maná. Para adelantar el paralelismo con Nm. 11, hay que señalar que aquí la carne (las codornices) reemplaza al maná. Jesús pasa del pan material (luego, en el discurso, del maná) a su propia carne. El paralelo sin embargo es antitético. La carne concedida a los israelitas se convierte en alimento de muerte a causa de su incredulidad (v. 33 y Salmo 78:30s). La carne de Jesús, que recibe quien tiene fe, es fuente de vida (Jn. 6:51.53ss).
3. Del maná-Ley de Moisés al maná palabra de Jesús
Los interlocutores de Jesús le piden una “señal” que motive su fe (v. 30). Volveremos sobre este episodio de los vv. 28-31. Fijémonos ahora en la respuesta, de Jesús a la afirmación de que “nuestros padres comieron maná en el desierto” (v. 31):
En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio el pan del cielo, sino que mi Padre es el que os da el pan del cielo, el verdadero. En efecto, el pan dc dios es quien baja del cielo y da vida al mundo (vv. 32s).
No hay texto del Pentateuco que haga de Moisés el dador del maná, una acción exclusiva de Yavé. Pero la frase del v. 32 se entiende si se tiene en cuenta que la exégesis rabínica ya había hecho la trasposición maná = Ley, la cual sí fue dada por mediación de Moisés (Ex. 20: 18ss; Dt.5:23-31; 12;1ss) . De esta manera, el texto de Juan 6:32s dice algo asombroso y contestatario, a saber, que si el maná/pan del cielo es la Ley como palabra de Dios, en el presente (en el momento en que habla Jesús) el verdadero maná/pan del cielo es Jesús mismo que baja del cielo (como “carne” según 1: 14: “la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros”). El texto, efectivamente, “se acuerda” de este pasaje inicial del evangelio. Por eso el uso del presente del verbo “dar” en el v. 32b. Esta “memoria” del texto se completa con 1:17, donde se afirmaba que “la Ley por medio de Moisés fue dada, la gracia y la verdad se realizaron por Jesucristo”. El paralelo en oposición es claro. No obstante 1: 17 habla de una contraposición entre el pasado de la Ley y el presente de la gracia/verdad, mientras que 6:32s niega en cierta manera también el pasado, porque “pan del cielo” es solamente el que en efecto baja del cielo, lo que es cierto de Jesús que viene del Padre (“he bajado del cielo”, vv. 38.41s.51.58).
Esta personificación en Jesús del maná/pan del cielo = carne = palabra, es una manera de reapropiarse de una tradición ya releída de otra forma en el judaísmo contemporáneo del autor del cuarto evangelio. Pero hay mucho más todavía.
4. La fe en el enviado
El gran peso que tiene en el Pentateuco, y luego en la tradición, la figura de Moisés como enviado de Yavé y mediador de su palabra, crea otra senda para las relecturas. Como enviado, Moisés está ligado al proceso de liberación de la esclavitud de Egipto (Ex. 3: 10.l3s; 6: 10-13.29: 7: 1s, etc.). Como mediador, es el protagonista humano de la revelación sinaítica (Ex. 19 a Nm. 10), pero su papel de transmisor de la voluntad de Yavé empieza en el mismo momento en que es “enviado” a comunicar el proyecto de liberación tanto al faraón (Ex. 3:18) cuanto a los hijos de Israel (3:13: “el Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”; 3:16ss; 4:1.12, etc.). En adelante, Yavé transmite sus decisiones por su intermedio, desde los episodios de la salida de Egipto, durante toda la travesía por el desierto, y en la misma escala final que empieza en Nm. 22: 1. Queda claro, por lo mismo, que el Moisés enviado y mediador de la palabra es un componente vertebral de las tradiciones del éxodo y del desierto. La exégesis judía lo ha explotado en su actualización hermenéutica, y el NT no podía menos que intentar reapropiarse de esta figura prominente. Nuestro capítulo 6 de Juan no lo olvida.
Que Jesús sea el enviado del Padre, está dicho de muchas maneras en su discurso a los discípulos. Así como la misión de Moisés estuvo desde el principio ligada a su aceptación o) rechazo, tanto por los hijos de Israel (Ex. 3:18; 4:31; 14:31: aceptación; 4:1-9; 6:9: rechazo) como por el faraón (7:4 y el relato de las plagas), también la de Jesús. Y así como Moisés produce una “señal” (el cayado convertido en serpiente) “para que crean que se te apareció Yavé, el Dios de sus padres” (Ex. 4:5), los interlocutores de Jesús le piden igualmente una señal (semeion) “para que viéndola creamos en ti” (Jn. 6:30). Este reclamo viene después que Jesús les hubo dicho que “la obra de Dios es que creáis en quien él ha enviado” (v. 29). El tema del enviado impregna luego todo el discurso (vv. 38.39.44.57). Sin embargo se trata de la fe en él como mediador de la voluntad del Padre (vv. 29.35s.40.47). En este discurso a sus discípulos Jesús es positivo, afirma el valor de la fe en él; en el anterior, a los judíos de Jerusalén (5:19-47), es negativo, les critica su falta de fe en el como enviado de Dios (vv. 38.44.46s). El paralelo con Moisés está siempre en primer plano; su nombre está en la conclusión del discurso del capítulo 5 (vv. 45s) y al inicio del diálogo del capítulo 6 (v. 32). Todo el evangelio de Juan está centrado sobre la problemática de la fe o el rechazo de Jesús como enviado del Padre. En eso consiste la vida eterna, según 17:3. Con ese tema se cierra el libro (20:31, antes de la inclusión del capítulo 21). Ahora bien, es la tradición de Moisés la que proporciona el arquetipo para este querigma.
5. El motivo de la murmuración en el desierto
Luego de escuchar que Jesús es el pan bajado del cielo, como otrora el pan era el maná (6:32-40), los judíos (ya no los discípulos) “murmuran” de él por haber afirmado tal cosa (vv. 41-43). Terminada la contestación de Jesús (44-58), son los mismos discípulos quienes “murmuran” por lo extraño que acaban de oír (60-61). Ahora bien, este es otro motivo típico de las tradiciones del éxodo y del desierto, que por lo demás introduce el episodio del maná en Ex. 16: toda la comunidad “empezó a murmurar contra Moisés (y Aarón) en el desierto” (v. 2). Ellos, sin embargo, aclaran (¡por dos veces!) que la murmuración es contra Yavé (vv. 7.8; sin especificación en 9 y 12). Hay otra murmuración contra Moisés en el episodio anterior (15:24) y en el siguiente (17: 1ss, cf. v.3). En el paralelo de Nm. 11 el episodio del maná se encuentra también rodeado por otros dos que hablan de murmuración delante de Yavé (v. 1 LXX) o contra Moisés (12: 1 LXX). Son numerosos (más de una docena) los casos de murmuración en Éxodo y Números. El tema es importante, pues constituye como una característica que los profetas recordarán muy bien (especialmente Ezequiel: 2:3; 20:4b.8.13.27, etc.). Jn. 6 se ubica en esa línea (como Lucas en el discurso de Esteban, Hch. 7:30.51s), y retoma el motivo de la murmuración para reforzar la tipología Moisés/Jesús.
6. ¿Quién puede ver a Dios?
Cuando Jesús critica a los judíos (en el discurso anterior) por su incredulidad y afirma que “vosotros no habéis oído nunca su voz [la del Padre] ni habéis visto nunca su rostro” (5:37b), se hace un nuevo paralelo con Moisés, de quien se dice que hablaba con Yavé (Ex. 19:19; 33:11: “...cara a cara como habla un hombre con su amigo”, y principalmente Nm. 12:8, en la proximidad del relato del maná: “boca a boca hablo con él, abiertamente y no en enigmas”). En este último pasaje se añade que Moisés “contempla la imagen de Yavé”, que los LXX entienden de la gloria. Nadie ha visto a Dios (Ex. 33:20), tema que retoma el prólogo de Juan (1:18a) y repite Jesús en 6:46 (“no es que alguien haya visto al Padre”, con lo que resalta la exeepción de Moisés y del mismo Jesús (el texto citado continúa: “sino aquel que ha venido de Dios, ese ha visto al Padre”; y completar con 1:18b). En Jn. 6 no se alude al privilegiado de Moisés de ver a Dios, no obstante está en la memoria de los oyentes del discurso. En este caso, no decirlo es otra manera de contraponer las dos figuras de Moisés y de Jesús, sobre todo después de la afirmación del v. 46a que parecería cancelar el caso de Moisés. Sería demasiado provocativo decirlo con palabras.
7. La generación que muere en el desierto
Más de una vez se refiere Jesús a la generación del desierto que murió a pesar de haber comido del maná: “vuestros padres comieron el maná en el desierto y murieron” (6:49): “este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron vuestros padres, y murieron” (v. 58). Por contraposición, el nuevo maná, que es Jesús mismo, otorga la vida, tema importante en todo el cuarto evangelio (aquí, cf. vv. 33b. 40b.47.50ss). En cambio, la generación del desierto muere por su falta de fe (Nm. 32:13). Así declara Yavé después de las quejas por la tierra esperada:
...ninguno de los que ha visto mi gloria [= en la liberación] y las señales que he realizado en Egipto y en el desierto, que me han puesto a prueba ya diez veces y no han escuchado mi voz, verá la tierra... (14:22s).
De nada les sirvió el maná.
No sucede lo mismo con quienes creen en Jesús; él es el maná que da vida eterna. Una vez más se relee las tradiciones del desierto para destacar un elemento cristológico.
8. El profeta que ha de venir al mundo
Volvamos al episodio de la multiplicación de los panes (y peces) de los vv. 5-15. La gente, que siempre capta sin rodeos los signos de Dios, “ve la señal” que Jesús ha hecho (ese “ver” es más que físico, y parece “interpretar” el hecho justamente como señal). Y hace su propia lectura, recordando la esperanza en la venida del profeta escatológico, así descrito: “este es verdaderamente el profeta que ha de venir al mundo (Ho profétes ho erjómenos eis ton kósmon, v, 14). No se trata de un profeta (como en Mc, 6: 15) sino del profeta, que no es otro que el anunciado en Dt. 18:15,18 como un nuevo Moisés, y que sin duda era objeto de espera como se deduce del mismo cuarto evangelio en la escena de la identificación de Juan el Bautista (1:21b,25b, siempre con el artículo definido como en 7:40b).
No se trata del Mesías, no obstante, por la respuesta de Jesús en el v, 15 parecería en un primer momento que el autor lo identifica con él, como también lo sugiere la lectura lucana expresada en Hch, 3:20-23, Sin embargo se distingue de él en el interrogatorio de 1:19ss, lo mismo que en el testimonio de la gente de 7:40-44. Por eso, por la coherencia de la obra joanea, es mejor mantener separadas las figuras del v, 14 (el profeta) y del 15 (el rey futuro). Cual si Jesús no aceptara ser reconocido como “el profeta” -el nuevo Moisés- ni como rey (esto último sucederá más adelante: 12:13,15; 18:37). Hay que recordar que Moisés es llamado “profeta” en Dt. 18 por su papel de mediador de la torá (la Ley). Pero si no es él quien “dio el pan del cielo” (= la Ley en la interpretación rabínica), y si por ello se opone a Jesús que ahora “da el pan del cielo, el verdadero” (6:32), no es de extrañar que tampoco el título del Moisés, “profeta”, le interese a Jesús. No estamos seguros de esta interpretación, más creemos que es posible en el contexto del capítulo 6.
9. El espíritu de Moisés repartido
El relato de Nm, 11 no se centra propiamente en el maná, como se acostumbra afirmar, sino en la donación a los setenta ancianos del espíritu de Yavé que está en Moisés. El motivo del maná es solamente introductorio al del espíritu (cf. vv. 10-15), con el de las codornices como cierre (castigo) en los vv. 31-33. La repartición del espíritu tiene que ver aquí con la aptitud para conducir al pueblo (v, 17b). El Pentateuco no señala en ninguna parte cuándo recibió Moisés aquel espíritu. La tradición posterior se encargó de llenar esa laguna textual; el dato es recogido en una hermosa oración por la liberación conservada en la redacción final del libro de Isaías, en 63:7-64: 11. Allí se recuerda a Yavé sus prodigios antiguos para que los renueve; en un tramo de la plegaria escuchamos:
Se acordó de los días antiguos, de Moisés su pueblo. ¿Dónde está el que los hace subir del mar, y a los pastores de su rebaño?¿Dónde está el que pone en su interior [de él] su espíritu santo?, el que hace marchar a la diestra de Moisés su brazo resplandeciente, el que hiende las aguas ante ellos para hacerse un nombre eterno...? El espíritu de Yavé los hizo descansar. Así guiaste a tu pueblo, para hacerte un nombre espléndido (vv. 11-14).
El texto hebreo no es claro en algunos momentos, pues parece retocado por lo singular de la tradición allí recuperada. No obstante se puede deducir que Moisés recibe el Espíritu Santo de Yavé en el paso del mar. También Jesús recibe el Espíritu antes de pasar el Jordán, según Jn. 1:32s (en el v. 28 Juan esta bautizando del otro lado del río, pero luego Jesús aparece de este lado). Se da nuevamente la tipología Moisés/Jesús. con preeminencia de éste que llega a la tierra de la promesa (no así Moisés. como se sabe). A esta luz puede entenderse mejor la referencia al espíritu en 6:63 como “el que da vida”, e identificado con las palabras del propio Jesús que “son espíritu y vida”. Únicamente Juan describe el acto de morir Jesús con la expresión “entregó el espíritu” (10:30). ¿A quién lo entrega? Al Padre, que luego lo dará a la comunidad de los discípulos (14:16s.26). ¿No se esconde en estos pasajes la tipología Moisés/Jesús con el motivo del espíritu repartido sobre los ancianos o sobre la comunidad nueva? En 6:63 se anticipa este don del espíritu, visualizado en la palabra del propio Jesús.
10. La recolección de lo sobrante
En Jn. 6: 12 Jesús ordena recoger los trozos dc pan sobrantes “para que nada se pierda”; de allí se llenan doce canastas (v. 13). ¿Por qué una orden de Jesús? ¿Por qué la expresión “para que nada se pierda” (ambos elementos ausentes de la tradición sinóptica)? Hay que remitirse nuevamente a la narración del maná para entender este lenguaje. EI verbo “se saciaron (eneplésthesan)” (v. 12a) se encuentra asimismo en Ex. 16:3 como sustantivo (eis plesmonén, “hasta la saciedad”), aunque aquí se refiere a la carne y al pan que los israelitas comían en Egipto. Es preferible ver en el acto solicitado por Jesús una equivalencia con la orden de Yavé transmitida por Moisés de recoger una medida de maná como memoria futura de que “os alimenté en el desierto cuando os saqué del país de Egipto” (v. 32; en una forma más cultual, vv. 33-34). Las doce canastas (como las doce piedras transportadas del Jordán cuando su travesía, ver Jos. 4) serán una señal, para el nuevo Israel, del gesto de bondad hecho por Jesús. Si esto es así, están nuevamente en paralelo Moisés y Jesús en el marco de la tradición del maná del desierto.
11. La travesía del mar
Retrocedemos ahora al comienzo del capítulo 6. Lo ya expuesto acerca de las distintas relecturas de las tradiciones del éxodo y del desierto centradas en Moisés, nos sugiere seguir la búsqueda. Una primera sospecha surge de la mención no esperada de la pascua, “fiesta de los judíos”, en el v. 4b. El lector sabe cuán importantes son las fiestas en el cuarto evangelio para contextualizar los “signos” de Jesús (2:15, pascua; 5:1, ¿pentecostés?; 7:2, carpas o tabernáculos; 10:22, dedicación; 11:55 y 13: 1, pascua). La de 6:4 no tiene equivalente en los sinópticos, ni tiene su correspondiente subida a Jerusalén (ver 2:13; 5:1; 7:10), Se han buscado varias explicaciones, algunas bastante rebuscadas. Lo más simple es pensar que para Juan no podía faltar la mención de la pascua en un relato tan cargado de “memoria” de las tradiciones del éxodo y del desierto. La pascua arquetípica (Ex. 12) es la fiesta de “despedida” de la tierra de Egipto; es en la misma noche de la celebración cuando los hijos de Israel salen de ese país (cf, 12:42, un pasaje que en el targum es ampliado con la lista de las cuatro noches sagradas de la historia salvífica). De la fiesta van al mar para cruzarlo (14:1ss).
Ahora bien, en Jn. 6 se usa cuatro veces la fórmula “al otro lado del mar” (vv.1.l7.22.25). Se trata del mar de Galilea o lago de Tiberíades (v. 1). Jesús lo cruza, parece que hacia la ciudad de Tiberíades (ver el v. 23): luego sube a la montaña (v. 3). Desde allí pronunciará su discurso sobre el pan de vida. ¿Por qué estás tres referencias, en sí insignificantes, a la travesía del mar, a la subida a la montaña, a la proximidad de la pascua? ¿No podía ser una memoria del itinerario de los hijos de Israel dirigidos por Moisés, quien luego sube a la montaña del Sinaí para recibir la ley?
Sin embargo esta tipología es más significativa en el episodio de la tempestad calmada, si podemos llamar así a la nueva travesía de Jesús en dirección contraria, hacia Cafarnaún (vv. 16-21). La escena es narrada también por Marcos (6:45-52) y Mateo (14:22-33), en ambos casos en el marco de la multiplicación de los panes (explícitamente en Mc. 6:52), como en Juan, lo que debe obedecer a una tradición muy antigua.
Pero en Juan el tema del relato no es, como en Marcos y en Mateo, el miedo de los discípulos ni su salvación de la tempestad (motivos que quedan en sordina), sino la presentación de Jesús como “yo soy: no tengáis miedo” (v. 20). Esta fórmula de identificación es propia de Juan: yo soy el Mesías/la luz/el camino/la vid, etc. (4:26; 6:35.48.51; 8:12; 10:7.11; 11:25; 14:6; 15:1-5; 18:5,6.8), y su usa en forma absoluta en 8:28 (“...entonces conoceréis que yo soy”) hace pensar en la autopresentación de Yavé en Ex. 3:14 (que hay que leer con 6:2-8, donde “yo soy Yavé” aparece cuatro veces, como “conoceréis que yo soy Yavé” en el v. 7).
Consideradas en conjunto estas asociaciones literarias, parecen sugerir que el Jesús que domina las aguas caminando sobre el mar reedita el gesto de Moisés (de Yavé en realidad) de hacer pasar el mar a los hijos de Israel. La tradición de la tempestad calmada impide un paralelo más exacto, no obstante no es la concordancia lo que importa, sino la apropiación del acontecimiento antiguo: el protagonismo de Moisés (con Yavé) es ahora el de Jesús (identificado a Yavé por el “yo soy”). De cualquier manera, lo que permite estas asociaciones es el motivo de la travesía del mar, recordado cuatro veces.
Conclusiones
Jn. 6 explora en las tradiciones del éxodo y del desierto, donde la figura de Moisés es protagónica, para releerlas creativamente en función de Jesús. Para el autor del cuarto evangelio no se trata de un juego de asociaciones puramente literarias. En toda esta obra se decide la fe en Jesús como nuevo Moisés (lo que implica reemplazar al primero). No es la Ley antigua, del que Moisés fue mediador, c1 “verdadero” pan del cielo, sino la nueva Palabra del Padre mediada por Jesús, más aún: que es “carne” (1:14), o sea, él mismo.
¿Qué relevancia hermenéutica puede tener esta cuestión así presentada? Hay que advertir que es todo el evangelio como obra literaria el que transmite una intención querigmática, centrada en la fe en Jesús como enviado del Padre que da la vida al mundo. Ya no basta pasar por Moisés, asociado íntimamente a la Ley y como tal incrustado profundamente en la memoria colectiva del judaísmo. El acontecimiento nuevo de Jesús no podía entonces ser interpretado y valorado fuera de ese contexto religioso. El recurso de la relectura de las tradiciones sobre Moisés resulta el único eficaz porque no se las suprime, sino que se las prolonga y recrea, recuperándolas sobre todo a nivel simbólico (por su carga de sentido). Al trabajar sobre el capítulo 6 de Juan se tiene la sensación de un agotamiento de la figura de Moisés por su asociación a la Ley, y de una recuperación de la vida por medio del mensaje nuevo de Jesús. Y por ahí existe una buena pista para nuestra propia relectura del texto bíblico en este tiempo en que se mata la vida en todas sus manifestaciones. El evangelio de Juan es el evangelio de la vida. No es la fe lo más importante, sino aquello a lo que ella conduce. Esto se halla dicho en el discurso del capítulo 6 (v. 47: “el que cree tiene vida eterna”), y es la propuesta de todo el libro (20:31: “...para que creyendo tengáis vida en su nombre”).
miércoles, 3 de febrero de 2010
DESDE LA TORMENTA: EL GEMIDO DE LA CREACION Y LA RESPUESTA DE DIOS A JOB
(Jb. 38, 1-42, 6)
¿Acaso tú preparas la caza de la leona
y sacias el hambre de sus cachorros
cuando están agazapados en sus guaridas
y se ponen al acecho en los matorrales?
¿Quién prepara al cuervo su alimento,
cuando sus polluelos claman a Dios
y vagan hambrientos? (Jb. 38, 39-41)
El presente artículo busca explicar cómo es que la respuesta tan ambigua de Dios a Job “desde la tormenta” puede ser entendida como palabra liberadora, porque trata de redefinir el reclamo por la justicia no como cuestión de pecado y culpabilidad, sino como la lucha por hacer reconocer el derecho de todas las formas de vida a existir, especialmente en cuanto marginadas por la sociedad humana “civilizada”. Se propone que Job no es un símbolo general del inocente que sufre o el oprimido (aunque de hecho no había obrado nada falso), sino que representa el caso de un “convertido” que termina cambiando de perspectiva. Su visión “tradicional” de la vida buena, como equivalente a la riqueza y la decencia, se vuelve otra, más identificada con la abundancia gimiente de la creación.
I
En Rm. 8, 18-24, despues de haber analizado en los capítulos anteriores y a distintos niveles la estructura del mal en el mundo, Pablo habla de manera muy concisa de la esperanza que, a su modo de ver, debe caracterizar a los cristianos. Aunque el texto paulino no fue escrito originalmente para introducirnos en la lectura y la problemática teológica del libro de Job, nos puede servir sin embargo muy bien en este sentido, pues se trata entre otras cosas de los sufrimientos del presente momento, la relación entre estos dolores y el gemido de la creación, la esperanza de ser pronto “liberado de la esclavitud de la muerte”, o sea, la corrupción y el deterioro, más el vínculo comentado al final del texto entre el (no) ver y el poder perdurar y lograr un horizonte nuevo:
En verdad, me parece que lo que sufrimos en la vida presente no se puede comparar con la gloria que ha de manifestarse después en nosotros. Y toda la creación espera ansiosamente que los hijos de Dios salgan a la luz. Pues, si la creación se ve obligada a trabajar para la nada, no es porque ella hubiese deseado esa suerte, sino que le vino del que la sometió. Pero ella guarda la esperanza de ser liberada del destino de muerte que pesa sobre ella y de poder así compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación sigue con sus gemidos y dolores de parto. Lo mismo nosotros, aunque se nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos interiormente, anhelando el día en que Dios nos adopte y libere nuestro cuerpo. La salvación que se nos dio, la debemos esperar. Pero ver lo que se espera ya no es esperar: ¿cómo se podría esperar lo que se ve? (Rm. 8, 18-24).
Este texto de Pablo, vuelvo a repetir, no fue escrito originalmente como comentario sobre el libro de Job. No obstante, comparte con ese libro la misma preocupación existencial y, aún más interesante, encuentra en el testimonio “gruñido” de la creación del libro de Job, como un llamado a la esperanza desde otro horizonte, es decir, la posibilidad de apertura hacia un futuro nuevo, la convicción —conquistada contra supuestos convencionales— de pronto disfrutar de otro reino.
En el caso de Job, el llamado “gemido” de la creación se da en la respuesta de Dios “desde la tormenta” en Jb. 38, 1-41, 34, mientras que la apertura hacia otro futuro nuevo que correspondería a este llamado se expresa, quizá de modo sorprendente, en el acto de “arrepentimiento” por Job en 42, 1-6. Obviamente, aquí hay mucho todavía por discutir.
1. En la historia de la interpretación del libro de Job, siempre ha sido un gran problema cómo entender la respuesta de Dios “desde la tormenta” a los lamentos anteriores y la reiterada protesta de inocencia de Job. Porque la respuesta de Dios no parece responder al problema del sufrimiento del justo, el cual representaría el caso de Job. Y, en realidad, la respuesta de Dios no explica el porqué del sufrimiento de Job, no contesta la pregunta de éste: ¿por qué a él le ha tocado pasar por esta miseria? Tal pregunta no tiene respuesta, es más bien una forma de subrayar la injusticia totalmente inaceptable de cada vida que sin razón se encuentra “echada al basurero” 1.
A mi modo de ver, el extenso debate entre Job y sus “amigos” tiene como resultado principal la constación de que Job es realmente inocente, que no es posible insistir en que Job haya pecado en algo, que a fin de cuentas el sufrimiento de Job no tiene nada que ver con su “culpa” personal 2. La respuesta de Dios no pone en duda ni califica de manera alguna este resultado. El “arrepentimiento” final de Job no debe ser interpretado, pues, como un reconocimiento de haber “fallado” o cometido algun “error”, del mismo modo que “los sufrimientos del presente momento” de los que habla Pablo en Rm. 8, 18-24, no se deben a los “pecados” de los “hijos de Dios” sino que representan los dolores del parto de una nueva realidad.
2. Así pues, tomemos por supuesto y no dudemos que Job fue un hombre justo e inocente de toda culpa. También fue un hombre rico. No sé por qué a la mayoría de los intérpretes del libro no se les ha ocurido comentar este aspecto del caso de Job. Porque a mí me parece sumamente importante el mismo elemento del texto. Como dice el título de una telenovela, Job es un rico que también llora, pero no por su propia arrogancia u otro defecto moral, sino por algun otro motivo que todavía desconocemos.
A mi modo de ver, es importante no tomar a Job como un símbolo general del inocente que sufre. Si lo tomamos así, no habrá manera de poder entender la respuesta de Dios a Job como palabra liberadora. No vale la pena tratar de hacer de Job un símbolo general del oprimido. No lo fue por mucho tiempo, y su precipitada “caída” —la cual levanta el debate multifacético entre Job y los demás— no sería “suficiente” para ser objeto de reflexión, si esa caída no fuera desde muy arriba. El debate del libro presupone que Job era antes muy distinto al pobre humilde que ha llegado a ser.
¿O es quizá más importante el hecho de que cuando Job abre su boca por primera vez ya es un pobre humilde, y todo lo que dice después en cuanto a su vida anterior —una vida pintada de excelentísima— puede entenderse como el discurso típico de mucha gente hoy, quienes, en medio de problemas socio-económicos cada vez más graves, suelen recordar con añoranza un tiempo en el pasado cuando la vida no era así? No importa lo que Job era. A la hora de su lamentación tan profunda, él existe como cualquier otro humillado, y así puede y debe ser visto como símbolo general de toda persona que ha tenido que sufrir muchísimo.
Puede ser. Pero lo que no me satisface de esta interpretación es el problema que deja sin explicación del “arrepentimiento” de Job. El último responso del protagonista del libro (42, 1-6) al discurso desafiador de Dios (38, 1-41, 34) me sigue dejando perplejo, a la vez que parece ser motivado por el variado “gemido” de la creación que Dios acaba de presentar. Job termina su penoso andar por el hondo laberinto de la marginación social y la confusión personal, con una esperanza que correspondería a la respuesta de Dios. Sin embargo, ¿cómo puede ser un signo de esperanza la respuesta de Dios a Job? Y, ¿cómo es que el arrepentimiento de Job no significa simplemente haberse conformado a la voluntad de un poder superior-heteronómico, sino haberse abierto, en términos de Pablo, a la vida más allá de los sufrimientos del presente momento?
El caso de Job representa el de un “convertido”, primero en el sentido de alguien súbitamente convertido en “pobre” contra su voluntad y derecho; y, segundo, en el sentido de alguien recién abierto a la vida “plena” que lo rodea. De modo que el libro de Job no representa en primer lugar una instancia de reclamo, no es un libro profético, sino más bien una instancia de la experiencia de la “conversión”. Identifica un momento muy específico en la profundización de la espiritualidad bíblica de la vida 3.
3. A lo largo del debate entre Job y sus “amigos” se presupone, sin nunca cuestionarla, una perspectiva muy típica en la literatura sapiencial de la Biblia. Esta perspectiva es la de que la riqueza o el bienestar social y económico es resultado de haber llevado una vida agradable a Dios, y por eso sirve como señal del favor de Dios y su bendición.
Ni Job ni sus “amigos” cuestionan este supuesto, sino que discrepan entre ellos sobre si Job ha hecho algo “malo” tal que ahora tenga que sufrir tanta desgracia. Job insiste en no haber hecho nada de esta índole, a la vez que sus “amigos” están seguros de que tiene que haber hecho algo, aunque sea sin saberlo, porque si no, ¿cómo explicar el surgimiento de tantos problemas? El debate entre ambos partidos es cada vez más agudo, y las posiciones ideológicas tomadas resultan cada vez más extremas 4.
4. Job fue un hombre rico. Aún no sabemos el significado preciso de este aspecto de su carácter para el libro de Job. No obstante, en ningun momento él es condenado por haber disfrutado de la abundancia de la tierra que su vida anterior le había permitido. En su respuesta al clamor de Job, Dios no trata de quitarle su nostalgia y deseo por los bienes materiales y la estima social que había conocido antes del presente desastre. La creación en sí, con toda su riqueza, es buena. No hay nada falso en querer vivirla lo más posible. A Job el “rico” Dios no lo llama a hacerse pobre, es decir, no se trata de convertir la falta de bienestar y de satisfacción corporal en una virtud espiritual. El problema de la riqueza no es que permite conocer los placeres de este mundo 5.
Pero si bien el “rico” Job no había hecho nada “falso”, todavía no ha entendido todo y pudiera ser que su riqueza anterior tenga algo que ver con esta limitación o falta de visión. De eso se trata en la respuesta de Dios a Job. Existe un concepto de la justicia —el cual comparten por debatirlo el Job de los lamentos y sus “amigos”— según el cual Job quedaría exonerado de toda culpa, aunque impotente para cambiar su situación. Existe otro concepto de la justicia, que correspondería al gemido de la creación aquí representado por la respuesta de Dios, ante el cual Job opta finalmente por “arrepentirse” de su discurso anterior y entrar en otra perspectiva.
Este otro concepto de la justicia —el del Dios de toda la creación— se distingue por su expansiva inclusividad. No se limita a reconocer y defender los derechos y privilegios de apenas unos cuantos seres humanos, sino que se extiende y valora hasta los elementos y procesos menos conocidos y percibidos por el mundo “civilizado”. Es un concepto de la justicia basado en la prioridad de la vida integral, y no restringido a la vida de un grupo particular o, peor aún, de sólo una élite de los “mejores”.
La respuesta de Dios no pone en duda la inocencia de Job, sin embargo sí cuestiona la suficiencia de esta postura para lograr lo que Job también busca: un mundo donde no se muera nadie antes de su tiempo, donde nadie sea víctima de un destino hecho por mano ajena. Ahora bien, si uno piensa que la inocencia como tal nunca puede o debe ser criticada, esto es, motivada a ver más alla de la problemática de quien es cupable, no quedaría otro modo de entender la respuesta de Dios a Job sino como una forma de aplastarlo. O es posible problematizar la verdad de la inocencia y la respuesta de Dios tiene algo que ver con tal problematización, o no es posible y entonces se preguntará sin nunca poder responder de manera adecuada por qué a partir del capítulo 32 de Job se hace tanto esfuerzo para examinar la suficiencia de esta postura.
5. Una aclaración importante: la pregunta, ¿quién es cupable por el sufrimiento actual de los muchos inocentes que se mueren antes de tiempo?, obviamente tiene validez. Es evidente que son estructuras humanas económicas y políticas las que vienen creando las condiciones “objetivas” responsables por el malestar y la muerte prematura de tanta vida. No busco aquí disminuir en nada la urgencia de analizar las causas de este sufrimiento y reclamar su terminación inmediata.
A la par voy pensando, por ejemplo, en una experiencia de reflexión con un grupo de mujeres, todas miembros de una comunidad eclesial luterana de base en un pueblo joven de la periferia de Lima, donde durante un período muy dificil, tanto en lo económico como en lo político, se solía escuchar comentarios o lamentos como el siguiente: una señora contaba que su esposo salía de su casa de madrugada, para trabajar a partir de las seis de la mañana en una fábrica todo el día. Al salir de la fábrica, a las seis de la tarde, entraba de seguido en otro trabajo hasta la media noche, regresando a su casa para dormir un par de horas antes de comenzar de nuevo. Así todos los días, para no ganar siquiera lo suficiente para alimentar bien a su familia. Este señor, según su esposa, se preguntaba cada vez con mayor frecuencia, ¿por qué me ha tocado vivir esto a mí? ¿Es ésta la vida?
Aunque probablemente hubiera aceptado una respuesta a sus interrogantes basada en un análisis de la estructura de poder, al mismo señor (y su esposa) no le iba a satisfacer sólo profundizar el “sentido” de su destino a este nivel de reflexión. Aun cuando nadie pensaría en sugerirle que la forma de su vida se debía a su propio actuar (a diferencia de los “amigos” de Job), surge la pregunta, y no tiene repuesta como tal, ¿por qué a mí me toca pasar la vida así sin nunca poder disfrutar de nada? ¿Por qué a mí me toca andar por este basurero?
En realidad, sólo queda, cada mañana, el proyecto de “salir adelante”, anhelando otro horizonte. Siendo así, propongo que la respuesta de Dios no trata de explicar lo acontecido, no pretende hacer del dolor de Job una lógica histórica, sino que Dios desafía a Job a encontrar otro camino, el cual bosqueja en su respuesta, para poder entrar en una nueva realidad.
Segunda aclaración: recuérdese que la “inocencia” de Job es propiamente una categoría jurídica, que tiene que ver con haber cumplido con todos los requisitos de un sistema cultural que, con base en tal cumplimiento, prometía a personas como Job el bienestar y una vida abundante. Cuando aquí, pues, se habla de problematizar la verdad de la inocencia, es este sistema de promesa y castigo, su capacidad de entregar y asegurar la vida plena, el que se está cuestionando.
II
La respuesta de Dios a Job, más el responso de éste (38, 1-42, 6), tiene la siguiente estructura:
A. 1. La respuesta de Dios (38, 1-3)
B. 1. El contexto cosmológico (38, 4-38)
38, 4-7: la base de la tierra (a. 1)
38, 8-11: el encierro del mar (b. 1)
38, 12-15: el amanecer (c. 1)
38, 16-18: el fondo del mar y los demás extremos (b. 2)
38, 19-21: la luz y la oscuridad (c. 2)
38, 22-30: la nieve, el granizo, la lluvia, el rocío (d. 1)
38, 31-33: las estrellas (c. 3)
38, 34-38: la lluvia (d. 2)
B. 2. Los animales no domesticados (38, 39-39, 30)
38, 39-41: la presa de las leonas y los cuervos
39, 1-4: el parto de las cabras monteses/hembras del venado
39, 5-8: la libertad del asno salvaje
39, 9-12: la “inservidumbre” del toro salvaje
39, 13-18: el carácter “mal educado” del avestruz
39, 19-25: la fuerza del caballo (guerrillero)
39, 26-30: la altura del águila
A. 2. Un interludio interrogante (40, 1-14)
40, 1-2: Dios
40, 3-5: Job
40, 6-14: Dios
B. 3. Los “monstruos” conocidos (40, 15-41, 34)
40, 15-24: Behemot
41, 1-34: Leviatán
A. 3. El responso de Job (42, 1-6)
Lo que aquí motiva y fundamenta el “arrepentimiento” final o la “conversión” de Job son los diferentes ejemplos más o menos “exóticos” presentados por Dios en 38, 3-38; 38, 39-39, 30; 40, 15-41, 34. Este “contenido” de la respuesta de Dios no es típico de la poesía bíblica, la cual, por el contrario, no parece interesarse mucho por el mundo de la naturaleza. Según Robert Alter:
...hay... poca poesía descriptiva de la naturaleza en la Biblia: el mundo natural no levanta mucho interés en sí; atrae la imaginación del poeta sólo en cuanto refleja el lugar del hombre en el universo o le sirve para algo. Pero en la poesía descriptiva dinámica y única de Job 38-41, el mundo natural vale por sí mismo, y el hombre, en vez de quedar en su centro, está presente sólo por implicación, periférica e impotentemente, en este tumulto de fuerzas insondables y fieras incontrolables 6.
Sin discutir aquí el último comentario de Alter, que corresponde a su propia interpretación de la respuesta de Dios, es cierto que la misma respuesta se fija en un aspecto de la realidad (antigua) no muy reflexionado por la tradición bíblica, es decir, en el contexto “no-humano” o “cosmológico” de la vida humana. En la respuesta de Dios a Job, es precisamente el mundo “no-civilizado” de la naturaleza “salvaje” el que constituye el enfoque particular del texto, supuestamente para entender mejor el infortunio de Job.
1. Con el responso final de Job a Dios en 42, 1-6, se completa el círculo de lamento creciente y reclamado reconocimiento que Job viene impulsando desde el comienzo del libro 7. El primer lamento de Job se vocea en 3, 3-26. Después se extiende a través y a pesar de las intervenciones recíprocas de los “amigos” de Job, hasta su última defensa en 29, 1-31, 40 antes de la manifestación terminante de Dios. Desde ahí —saltando sobre los agregados comentarios “pueriles” de Eliú en 32, 1-37, 24— Dios habla y Job escucha, dándose cuenta “de algo” para quedar finalmente “arrepentido”.
Es importante notar que la respuesta de Dios en 38, 1-41, 34 retoma, y así “contesta”, muchos elementos del primer lamento de Job en 3, 3-26. También en los discursos siguientes de Job, se puede notar el mismo vínculo entre el reiterado reclamo de Job y la respuesta de Dios 8. Pero en la medida que Job se va frustrando cada vez más con la crítica tradicional de sus “amigos”, y para defenderse ante ellos se concentra de manera creciente en proclamar su inocencia, su discurso a lo largo del libro se vuelve menos lamento y más cuestión de culpa, de quien tiene razón con respecto a los debates sapienciales antiguos que constituyen el trasfondo de la discusión prolongada entre Job y sus “amigos” 9. Es un debate sin fin. La respuesta de Dios logra “resolver” las discrepancias entre Job y sus “amigos”, volviendo al punto de partida y retomando el lenguaje “ecológico” del lamento inicial de Job. Así, por lo menos, se replantea el problema original.
En su primer lamento, Job se arrepiente del día en que nació. De este modo se registra el gemido cansado y desesperanzado de un decaído: “No tengo descanso ni sosiego; no encuentro paz, sino inquietud” (3, 26). El profundo lamento de Job parte del momento en que su vida comenzó. Dice que hubiera sido mejor no existir que tener que sufrir lo que le pasa ahora. Prefiere la no-vida a la “muerte viva” que le ha tocado experimentar, cuando se espera la muerte “y no le llega, aunque le busque más que a un tesoro escondido” (3, 21):
¡Maldita sea la noche en que fui concebido!
!Maldito sea el día en que nací!...
¡Maldita sea aquella noche, que me dejó nacer
y no me ahorró ver tanta miseria!
¿Por qué no habré muerto en el vientre de mi madre,
o en el momento mismo de nacer?
¿Por qué hubo rodillas que me recibieran
y pechos que me alimentaran?...
¿Por qué no me enterraron como a los abortos,
como a los niños muertos antes de nacer? (3, 3.10- 12.16).
En cambio, la respuesta de Dios llama a Job a asumir otra perspectiva aún más primordial: el punto de vista de la creación misma de la vida, el momento en el cual fue fundado el contexto cosmológico que ahora provee la vida para todos:
¿Dónde estabas cuando yo afirmé la tierra?...
¿Sabes quién decidió cuánto habría de medir,
y quién fue el arquitecto que la hizo?
¿Sobre qué descansan sus cimientos?
¿Quién le puso la piedra principal de apoyo,
mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora,
entre la alegría de mis servidores celestiales? (38, 4-7).
La justicia de Dios no es sólo un asunto de la “civilización” humana, no sólo tiene que ver con el destino de la raza biológica homo sapiens, sino que es fundamentalmente una cuestión de la vida integral, la creación de un espacio planetario donde todos los seres terrestres puedan reconocerse y tener un lugar donde estar.
Hay otros paralelos “contrapuntos” entre la última respuesta de Dios y el primer lamento de Job. En 3, 5, por ejemplo, el orador suspira pensando en el día de su nacimiento:
¡Ojalá una sombra espesa lo hubiera oscurecido, o una nube negra lo hubiera envuelto, o un eclipse lo hubiera llenado de terror!
En su respuesta a Job, Dios retoma la misma figura, pero ahora desde otro ángulo: “cuando el mar brotó del seno de la tierra... yo le di una nube por vestido y la niebla por pañales” (38, 8-9). Lo que representaba, para Job, la vestidura de la nada —una sombra espesa, una nube negra, un eclipse—, aparece en la respuesta de Dios como el primer traje —una nube por vestido y la niebla por pañales— del mundo recién parido.
En 3: 6, Job desea que se borre del calendario la fecha de su nacimiento: “¡Ojalá aquella noche se hubiera perdido en las tinieblas y aquel día no se hubiera contado entre los días del mes y del año!” 10. En su respuesta, Dios pregunta si Job sabe realmente de qué trataría su pedido:
¿Eres tú quien mantiene juntas a las Pléyades
y separadas las estrellas de Orión? 11
¿Eres tú quien saca a su hora al lucero de la mañana?
¿Eres tú quien guía a las estrellas de la Osa Mayor y de la Osa Menor?
¿Conoces tú las leyes que gobiernan el cielo?
¿Eres tú quien aplica esas leyes en la tierra? (38, 31-33).
En 3:8, todavía parte de la primera estrofa del lamento inicial, Job pide, pensando en la noche de su nacimiento: “¡Ojalá la hubieran maldecido los hechiceros, que tienen poder sobre Leviatán!”. Y como todos saben, en su respuesta a Job, el último y más extenso de los ejemplos tomados por Dios de la naturaleza describe a Leviatán, sobre quien nadie tendrá poder, salvo quien habla:
Con sólo ver a Leviatán,
cualquiera se desmaya de miedo.
Si alguien lo provoca, se pone furioso;
nadie es capaz de hacerle frente.
¿Quién, que se le enfrente, saldrá sano y salvo?
¡Nadie en todo el mundo!...
No hay en la tierra nada que se le parezca;
fue hecho para no sentir miedo jamás.
Hace frente aun a los más arrograntes,
y es el rey de todas las fieras. (41, 9-11.33-34).
En 3, 9, último versículo de la primera estrofa, el orador llega finalmente a querer que ya no se dé la luz, es decir, que el primer acto de Dios en crear el mundo quede ahora anulado:
¡Ojalá aquella mañana no hubieran brillado los luceros, ni hubiera llegado la luz tan esperada, ni se hubiera visto parpadear la aurora!
En cambio, Dios responde, como ya citado, en 38, 7 a este pedido de Job con una visión que a éste le hace recordar la fundación de la tierra, “mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora entre la alegría de mis servidores celestiales”.
En la segunda estrofa del primer lamento, Job cuestiona el porqué de su nacimiento en vez de disfrutar, de una vez, de la tranquilidad y el descanso que provee la tumba. En cambio, Dios hace referencia en 38, 39-41; 39, 1-4, y también 39, 14-17.30, al parto desconocido y el modo quizás extraño de tratar a sus crías de varios animales.
En 3, 13-15.17-19, Job dice que únicamente la muerte le ofrece ahora el alivio que busca, aunque sea al costo de cualquier sentido de justicia 12:
Si yo hubiera muerto entonces,
ahora estaría durmiendo tranquilo,
descansando en paz
con los reyes y ministros
que se construyen grandes ruinas,
o con los gobernantes
que llenan sus palacios de oro y plata...
En la tumba tiene fin la agitación de los malvados,
y los cansados alcanzan su reposo;
allí encuentran paz los prisioneros,
y dejan de escuchar los gritos del capataz;
allí están grandes y pequeños por igual,
y el esclavo se ve libre de su amo (3, 13-15.17-19).
Dios, en cambio, expresa, en 39, 5-12, el deseo de los prisioneros en 3, 18 de no “escuchar los gritos del capataz”, así como el caso del esclavo en 3, 19, que sólo en la tumba “se ve libre de su amo”, cuando pregunta 13:
¿Quién dio libertad al asno salvaje?
¿Quién lo dejó andar suelto?...
No le gusta el ruido de la ciudad,
ni obedece a los gritos del arriero...
¿Crees que el toro salvaje querrá servirte
y pasar la noche en tu establo?
¿Podrás atarlo al yugo y obligarlo a arar,
o a ir detrás de ti rastrillando el campo?
¿Podrás confiar en él porque es tan fuerte,
y dejar que te haga tus trabajos?
¿Crees que te servirá para recoger tu cosecha
y para juntar el grano en tu era? (39, 5.7.9-12).
En 3, 20-26, Job lleva a cabo su primer lamento, encerrado en sí mismo, preguntándose:
¿Por qué deja Dios ver la luz al que sufre?
¿Por qué le da vida al que está lleno de amargura...?
Dios lo hace caminar a ciegas,
le cierra el paso por todos lados.
Los gemidos son mi alimento;
mi bebida, las quejas de dolor.
Todo lo que yo temía,
lo que más miedo me causaba,
ha caído sobre mí.
No tengo descanso ni sosiego;
no encuentro paz, sino inquietud (3, 20.23-26).
En su respuesta a Job, Dios subraya el hecho de que no todos los seres creados por Dios andan así, tan temeroso como Job. El caballo, por ejemplo, “se ríe del terror y no se asusta, ni se acobarda ante la espada” (39, 22). “Si el río crece, [Behemot] no se asusta; aunque el agua le llegue al hocico, está tranquilo” (40, 23). Leviatán “fue hecho para no sentir miedo jamás” (41, 33).
No es cierto que a cada una de sus criaturas Dios “le cierra el paso por todos lados” (3, 23). Por ejemplo, las crías de las cabras monteses y las hembras del venado, “crecen en el campo, y al fin se van y no regresan” (39, 4). El asno salvaje anda suelto (39, 5). Cuando el avestruz “se levanta y echa a correr, se ríe de caballos y jinetes” (39, 18). El halcón vuela (39, 26). El águila sube y pone su nido en las alturas (39, 27). La comida de Behemot se consigue “donde juegan todas las fieras” (40, 20). Y Leviatán, “si llegas a ponerle la mano encima, te dará tal batalla que no la olvidarás, y nunca jamás volverás a hacerlo” (41, 8).
Así pues, la respuesta de Dios contesta especialmente el primer lamento de Job. Sin embargo, ¿cuál es la lógica de esta réplica? Y, ¿cómo promete la vida en su plenitud?
2. En 31, 1-40, última parte de su defensa final, Job repasa todos los cargos que se le pudieran achacar, seguro de que ninguno tendrá que ver con él. Y la respuesta de Dios no pone en duda esta evaluación. Job no había procedido nunca con malicia ni intentado engañar a nadie (31, 5). No se había dejado seducir por ninguna mujer ni había buscado a otra que no fuese su esposa (31, 1.9). Siempre había atendido a los reclamos de sus siervos (31, 13):
Nunca dejé de socorrer al pobre en su necesidad,
ni permití que las viudas pasaran hambre.
Nunca comí yo solo mi bocado
sin compartirlo con el huérfano.
Siempre traté al huérfano como un padre;
siempre fui protector de las viudas.
Cuando yo veía que alguien moría por falta de ropa
o que un pobre no tenía con qué cubrirse,
con la lana de mis propias ovejas le daba calor,
y él me quedaba agradecido.
Jamás amenacé a un huérfano
valiéndome de mi influencia con los jueces...
Jamás el oro ha sido para mí
la base de mi confianza y seguridad.
Jamás mi dicha ha consistido en tener grandes riquezas
o en ganar mucho dinero (31, 16-21.24-25).
Nunca se había alegrado del mal de otra persona (31, 29). Trataba bien a los extranjeros y viajeros (31, 31-32). A nadie le había robado sus productos, ni había explotado a los campesinos (31, 39). Era un hombre bueno.
No obstante, resulta interesante releer lo que Job dice en la primera parte de su defensa final sobre su vida anterior:
...cuando la leche corría por el suelo
y el aceite brotaba de las rocas;
cuando yo tomaba asiento
en el lugar de reunión de la ciudad.
Los jóvenes, al verme, se hacían a un lado
y los ancianos se ponían de pie.
Aun los hombres importantes dejaban de hablar
y hacían señas de guardar silencio.
Los gobernantes bajaban la voz;
se les pegaba la lengua al paladar.
La gente, al verme o escucharme,
me felicitaba y hablaba bien de mí...
Yo pensaba: “Mis días serán tantos como la arena;
moriré anciano y en mi propio hogar.
Soy como un árbol plantado junto al agua,
cuyas ramas baña el rocío de la noche.
Mi esplendor se renovará conmigo,
y no me faltarán las fuerzas”.
Todos me escuchaban
y esperaban en silencio mis consejos.
Después de hablar yo, ninguno replicaba.
Mis palabras caían gota a gota sobre ellos,
y ellos las esperaban ansiosos,
como se espera la lluvia en tiempo de calor.
Cuando yo les sonreía, apenas lo creían,
y no dejaban de mirar mi rostro alegre.
Yo establecía mi autoridad sobre ellos
y decidía lo que ellos debían hacer,
como un rey al frente de sus tropas.
Cuando estaban tristes, yo los consolaba (29, 6-11.18- 25).
No existe ninguna contradicción entre este discurso (29, 1-5) y el anterior, esto es, la última parte de la defensa final de Job (31, 1-40). Ambos textos demuestran plenamente que él era un hombre en verdad “decente”, y además reconocido como tal por su propio pueblo. Era una “autoridad”, en el mejor sentido de esta palabra, “como un rey al frente de sus tropas” (29, 25). Pero hay algo más.
Todo lo que Job recuerda de su vida anterior ubica su felicidad en el “centro” de la sociedad, “como un árbol plantado junto al agua”, donde la gente se reunía “en el lugar de reunión de la ciudad”, o sea, la plaza principal, donde Job podía sentirse “realizado” como persona por saberse siempre escuchado: “Mis palabras caían gota a gota sobre ellos, y ellos las esperaban ansiosos, como se espera la lluvia en tiempo de calor” (29, 22).
En su respuesta a Job, Dios retoma esta “metáfora” de la lluvia, sólo que ahora dentro de una visión bastante diferente de la vida plena. La nueva visión se capta por excelencia al margen de la sociedad humana “oficial”, donde el mundo “civilizado” deja de dominar y se puede encontrar otra realidad menos “familiar” (por lo menos a Job y la sabiduría “científica” de su tiempo), el mundo de los procesos primordiales, los animales no domesticados, los temidos “monstruos”.
A mi modo de ver, es muy importante que casi todos los ejemplos o “pruebas” que Dios presenta en su respuesta a Job sean tomados de la periferia del mundo antiguo conocido. Dios desafía a Job con todo lo que en su queja anterior no había sabido tomar en cuenta, no para “rebajarle”, sino para abrirle un horizonte nuevo mucho más amplio que su presente “estrechez”.
Mientras Job recuerda sus palabras que caían “gota a gota” como “la lluvia en tiempo de calor”, Dios se refiere a “los depósitos de la nieve y el granizo” (38, 22), “el aguacero” y “la tormenta” que llueve “en el desierto, en lugares donde nadie vive”, y así riega “la tierra desolada” y ahí hace brotar la hierba (38, 25-27). Le pregunta a Job:
¿Quién es el padre de la lluvia y del rocío?
¿Quién es la madre del hielo y de la escarcha?
¿Quién vuelve el agua dura como la piedra
y congela la superficie del océano?...
¿Puedes dar órdenes a las nubes
de que te inunden con agua?
Si mandas al rayo que vaya a alguna parte,
¿acaso te responde: “Aquí estoy, a tus órdenes”?
¿Quién dio instinto inteligente
a aves como el ibis o el gallo?
¿Quién es tan sabio que sepa cuántas nubes hay?
¿Quién puede vaciarlas para que den su lluvia,
para que el polvo se convierta en barro
y se peguen los terrones entre sí? (38, 28-30.34-38).
Es obvio que sólo a nivel metafórico con respecto a “la lluvia en tiempo de calor”, Job “estaba hablando de cosas que no entiendo, cosas tan maravillosas que no las puedo comprender” (42, 3). La vida no es ni única ni principalmente la que se realizaba en la plaza principal, donde los “señores” del pueblo junto con Job el “rico” solían saludarse y escucharse hablar en el centro de la ciudad. La vida es algo mucho más amplio, pero ello quedaba simplemente fuera de la discusión anterior entre Job y sus “amigos” acerca de la justicia de Dios.
Más de una vez en su respuesta a Job, Dios hace referencia explícita a las diferentes zonas marginales del mundo mediterráneo antiguo. No sólo “la tormenta” dirigida por Dios llueve “en el desierto, en lugares donde nadie vive” y así riega “la tierra desolada” (38, 25-27). También las crías de las cabras monteses y las hembras del venado “crecen en el campo” (39, 4). Al asno salvaje:
Yo le señalé, como lugar donde vivir,
el desierto y las llanuras salitrosas.
No le gusta el ruido de la ciudad,
ni obedece a los gritos del arriero.
Recorre las lomas en busca de pasto,
buscando cualquier hierba verde para comer (39, 6-8).
Además: “¿crees que el toro salvaje querrá... pasar la noche en tu establo [y no en un lugar apartado de la agricultura]?” (39, 9). El avestruz “abandona los huevos en la arena, para que se incuben al calor del sol” (39, 14). El águila “pone su nido en las alturas. Ella vive día y noche en los peñascos, levanta su fortaleza en un picacho” (39, 27-28).
Salvo el caballo —pero nótese que no es cualquier caballo, sino un caballo de guerra—, todos los animales a los que Dios hace referencia en 38, 39-39, 30 vivían en la periferia del mundo antiguo “civilizado”, mundo donde regía la sabiduría representada por los “amigos” de Job y eran afirmados los valores sociales con base en los cuales Job había sido visto con razón como el hombre más justo y respetado de su pueblo. En su respuesta a Job, representante por excelencia de lo “bueno” de ese mundo “civilizado”, Dios le hace ver el “otro” reino a su alrededor, el cual obviamente Job aún no conocía muy bien, aunque, primero, formaba la base —el contexto cosmológico, y con respecto a la lluvia, el “insumo económico” imprescindible— para su propia existencia 14. En segundo lugar, revelaba, por parte de Dios, un concepto de la vida y la justicia que, a fin de cuentas, no iba a cuadrar dentro de los esquemas tradicionales de la sabiduría convencional 15.
III
El problema de la injusticia —el sufrimiento de los inocentes y su muerte antes de tiempo— es resultado, hoy, de la marginación social, la cual es, pues, un mal como tal. La falta de acceso a los sustentos requeridos por la vida no se puede ni se debe justificar, igual que Job tenía derecho a sentirse acompañado y no hostilizado por los “amigos” en su dolor; tenía derecho a recibir una respuesta a la pregunta por qué, en su caso, no le había funcionado el sistema de sabiduría que le prometía todo bien si cumplía con sus reglamentos; tenía derecho a protestar su inocencia y no aceptar la falsa consolación ofrecida por los representantes de la verdad oficial. La respuesta de Dios no pone en duda ninguno de estos derechos, más bien por responder a Job los reconoce como válidos. Dios mismo no puede pasar por alto el lamento y el clamor del inocente que sufre.
Sin embargo, Dios no responde a Job de acuerdo con la lógica de su protesta. Ahí está la crux interpretandum. Creo que la respuesta de Dios trata de la misma realidad sobre la que la teología latinoamericana de la liberación también ha querido llamar la atención, es decir, el poder creativo y desafiante del mundo —tanto humano como no humano— olvidado e ignorado por el presente sistema económico-político de la “injusticia institucionalizada”, un sistema cultural de pensamiento y proceso “legal” que a fin de cuentas, como los “amigos” de Job, solamente busca “racionalizar” el sufrimiento y la muerte prematura de tanto ser. La respuesta de Dios convalida, por un lado, la inocencia de Job, no obstante a la vez lo llama a integrarse de forma más profunda en la vida de toda la creación, cuya lógica y concepto de la justicia no se limitan a promover los intereses y bienestar de apenas unos cuantos elementos. El “buen gobierno” de Dios, para usar el lenguaje de Guaman Poma, vela por la vida de todos los pueblos de la tierra y el derecho de cada criatura a existir en toda su variedad y complejidad.
Cuando Job “se arrepiente” al final, ¿no sería precisamente por haber escuchado en la respuesta de Dios un llamado a solidarizarse con la vida en todas sus formas? En este caso, el gemido de la creación nos estaría llamando más allá del lamento y la disputa teológica, por más necesarios que sean, para entrar de modo concreto en la lucha diaria por la vida, al lado de “la leona y... sus cachorros, cuando están agazapados en sus guaridas y se ponen el acecho en los matorrales” (38, 39-40), junto con “el cuervo... cuando sus polluelos claman a Dios y vagan hambrientos” (38, 41), admirando y defendiendo la libertad del asno salvaje y suelto (39, 5) y el toro salvaje (39, 9), el coraje y la fuerza del caballo (39, 19) y su falta de temor (39, 22), la fecundidad abierta de las cabras monteses y las hembras del venado (39, 1), hasta los hábitos extraños y extremos del avestruz (39, 13), el halcón y el águila (39, 26-27).
1 El intento pues, de no pocos intérpretes, antiguos y modernos, de demostrar que la respuesta de Dios puede servir para “justificar” —tipo teodicea— la historia de Job, está simplemente equivocado. No se trata de una lectura posible del libro de Job, sino de un camino falso de indagación.
2 Job fue un hombre sin culpa. Todo el argumento del libro —o sea, el marco narrativo de prosa o la “fábula” de los primeros capítulos (1, 1-3, 2) y el último (42, 7-17), tanto como los varios “diálogos” intercalados de poesía (3, 3-42, 6)— requiere que Job haya sido un hombre moralmente “perfecto”, porque es a los límites de esta visión de la vida humana “completa” a los que se quiere prestar atención en la respuesta de Dios a Job. Fue justamente porque Job había cumplido, y seguía cumpliendo, con todo lo que su cultura indicaba como base para una vida integral y buena, que su caso podía servir como promotor de una visión diferente de la vida plena.
3 El caso de Job se puede comparar, quizá, con la situación actual en Perú de mucha gente de la “clase media”, inclusive no pocas personas de las familias oligárquicas tradicionales, cuya fortuna y nivel de bienestar han bajado rápida y seriamente en los últimos años. En muchos casos, esta “caída” no se debe a un mal manejo de los recursos económicos propios o a llevar un estilo de vida destinado de antemano al fracaso, sino a factores político-económicos “desde arriba” (véase la escena de la “corte celestial” en Jb. 1, 6ss.). Ahora tienen que reaccionar. Unos se refugian en su inocencia y la añoranza de “los tiempos que fueron”. Otros empiezan a encontrar estrategias de vida en las prácticas sociales de los “desde siempre” marginados, aunque a la “gente de clase media” le cueste verse así, esto es, tienen que “arrepentirse” primero de sus prejuicios anteriores para entonces poder entrar en la visión de esperanza y la experiencia de sobrevivencia y solidaridad de los más necesitados.
4 Ya hemos observado que a este nivel del libro, Job resulta el evidente ganador. El argumento de los “amigos” no se impone, aunque la prolijidad y el esfuerzo que Job tiene que hacer para contestarles sugiere que el argumento de los “amigos” era visto como el más “probable” en el contexto original socio-retórico del libro.
5 El problema de la riqueza actual es precisamente que quita a la gran mayoría de los seres humanos y no-humanos empobrecidos por el enriquecimiento de unos cuantos, la posibilidad de disfrutar de los bienes y los placeres de los que deben gozar en la vida.
6 Véase Robert Alter, The Art of Biblical Poetry. New York, Basic Books, 1985, pág. 104: “there is... little descriptive nature poetry in the Bible: the natural world is of scant interest in itself; it engages a poet’s imagination only insofar as it reflects man’s place in the scheme of things or serves his purposes. But in the uniquely vivid descriptive poetry of Job 38-41, the natural world is valuable for itself, and man, far from standing at its center, is present only by implication, peripherally and impotently, in this welter of fathomless forces and untamable beasts”.
7 Otro “círculo” más irónico, dentro de la estructura antifónica del libro, contempla las diferentes características posibles del encuentro eventual entre Job y Dios. En 9, 1-35, primera parte del tercer lamento de Job, se anticipa en casi todo aspecto la realidad desafiante de que Dios responda, tal como ocurre en 38, 1-42, 6.
8 En 12, 7-10, parte de su cuarto “lamento” en contra del argumento disculpador de Dios por los “amigos”, Job se refiere al mundo de la naturaleza —los animales, las aves, las plantas, los peces—, igual que el mismo Dios hará referencia a ellos más tarde en su propia “defensa”. En 12, 15 y 12, 22, se emplea la misma figura de controlar las aguas torrenciales y tener conocimiento de la oscuridad profunda. En 14, 7-12.18-19, se compara la condición mortal de Job con los procesos “naturales” del deterioro y el olvido. Sin embargo, llama la atención el “tono” diferente de esta visión de la naturaleza “pasajera” en comparación con la respuesta de Dios a Job, donde Dios se manifiesta al tanto de todo lo que pasa en el mundo. Véase, también, 6, 5.15-17; 7, 12; 9, 26; 10, 16; 24, 5.
9 Véase Claus Westermann, The Structure of the Book of Job: A Form-Critical Analysis. C. A. Muenchow, trans.; Philadelphia, Fortress, 1981, pág. 12: “On Job’s side the lament remains the chief component. However, alongside the lament there must now appear opposition to the friends, with the result that the whole comes to be depicted as a disputation. Nevertheless, this disputation, which has come together out of different elements, remains encompassed by the lament (chaps. 3 and 29-31), which has the first and the last word” (“Por el lado de Job, el lamento sigue siendo el componente principal. No obstante, junto con el lamento tiene que darse ahora la resistencia a los amigos, con el resultado de que todo llegue a ser representado como una discusión. Pero esta discusión, la cual se ha hecho de diversos elementos, queda dentro del marco del lamento [los capítulos 3 y 29-31], el cual tiene la primera y la última palabra”).
10 Véase, también, 10, 1-22, esp. vv. 18-19.
11 Véase, también, 9, 9.
12 El punto de vista aquí de Job, y en 9, 22-24; 21, 23-26, se parece mucho al del Eclesiastés. Véase, por ejemplo, Ec. 2, 14-16: “...me di cuenta de que a todos les espera lo mismo, y me dije: ‘Lo que le espera al necio también me espera a mí, así que de nada me sirve tanta sabiduría. ¡Hasta eso es vana ilusión! Porque nunca nadie se acordará ni del sabio ni del necio; con el correr del tiempo todo se olvida, y sabios y necios mueren por igual’”.
13 Véase, también, 7, 1-2.
14 Sobre la importancia económica de la lluvia en el mundo mediterráneo antiguo, véase la discusión y la literatura citada en John Dominic Crossan, The Historical Jesus: The Life of a Mediterranean Jewish Peasant. San Francisco, Harper San Francisco, 1991, págs. 140s.
15 Cf. Gustavo Gutiérrez, El Dios de la vida. Lima, Instituto Bartolomé de las Casas-Centro de Estudios y Publicaciones, 1989, págs. 279-307. A diferencia de Gutiérrez, no me parece ser “la gratuidad” de Dios la que se revela en su respuesta a Job, sino la vida “desbordante” que Dios ha creado y que no cabe finalmente en un concepto retributivo de la justicia. No obstante sí puedo afirmar con Gutiérrez: “Lo que [Job] debía hacer era saltar el cerco que le había puesto esa anquilosada y peligrosamente idolátrica teología [de la retribución], correr libre por el campo del amor [desafiante] de Dios y respirar a todo pulmón como aquellos animales no domesticables por el ser humano que Dios describe en su alegato” (pág. 307).