miércoles, 3 de febrero de 2010

DESDE LA TORMENTA: EL GEMIDO DE LA CREACION Y LA RESPUESTA DE DIOS A JOB



(Jb. 38, 1-42, 6)



¿Acaso tú preparas la caza de la leona
y sacias el hambre de sus cachorros
cuando están agazapados en sus guaridas
y se ponen al acecho en los matorrales?
¿Quién prepara al cuervo su alimento,
cuando sus polluelos claman a Dios
y vagan hambrientos? (Jb. 38, 39-41)


El presente artículo busca explicar cómo es que la respuesta tan ambigua de Dios a Job “desde la tormenta” puede ser entendida como palabra liberadora, porque trata de redefinir el reclamo por la justicia no como cuestión de pecado y culpabilidad, sino como la lucha por hacer reconocer el derecho de todas las formas de vida a existir, especialmente en cuanto marginadas por la sociedad humana “civilizada”. Se propone que Job no es un símbolo general del inocente que sufre o el oprimido (aunque de hecho no había obrado nada falso), sino que representa el caso de un “convertido” que termina cambiando de perspectiva. Su visión “tradicional” de la vida buena, como equivalente a la riqueza y la decencia, se vuelve otra, más identificada con la abundancia gimiente de la creación.


I

En Rm. 8, 18-24, despues de haber analizado en los capítulos anteriores y a distintos niveles la estructura del mal en el mundo, Pablo habla de manera muy concisa de la esperanza que, a su modo de ver, debe caracterizar a los cristianos. Aunque el texto paulino no fue escrito originalmente para introducirnos en la lectura y la problemática teológica del libro de Job, nos puede servir sin embargo muy bien en este sentido, pues se trata entre otras cosas de los sufrimientos del presente momento, la relación entre estos dolores y el gemido de la creación, la esperanza de ser pronto “liberado de la esclavitud de la muerte”, o sea, la corrupción y el deterioro, más el vínculo comentado al final del texto entre el (no) ver y el poder perdurar y lograr un horizonte nuevo:

En verdad, me parece que lo que sufrimos en la vida presente no se puede comparar con la gloria que ha de manifestarse después en nosotros. Y toda la creación espera ansiosamente que los hijos de Dios salgan a la luz. Pues, si la creación se ve obligada a trabajar para la nada, no es porque ella hubiese deseado esa suerte, sino que le vino del que la sometió. Pero ella guarda la esperanza de ser liberada del destino de muerte que pesa sobre ella y de poder así compartir la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Sabemos que toda la creación sigue con sus gemidos y dolores de parto. Lo mismo nosotros, aunque se nos dio el Espíritu como un anticipo de lo que hemos de recibir, gemimos interiormente, anhelando el día en que Dios nos adopte y libere nuestro cuerpo. La salvación que se nos dio, la debemos esperar. Pero ver lo que se espera ya no es esperar: ¿cómo se podría esperar lo que se ve? (Rm. 8, 18-24).

Este texto de Pablo, vuelvo a repetir, no fue escrito originalmente como comentario sobre el libro de Job. No obstante, comparte con ese libro la misma preocupación existencial y, aún más interesante, encuentra en el testimonio “gruñido” de la creación del libro de Job, como un llamado a la esperanza desde otro horizonte, es decir, la posibilidad de apertura hacia un futuro nuevo, la convicción —conquistada contra supuestos convencionales— de pronto disfrutar de otro reino.
En el caso de Job, el llamado “gemido” de la creación se da en la respuesta de Dios “desde la tormenta” en Jb. 38, 1-41, 34, mientras que la apertura hacia otro futuro nuevo que correspondería a este llamado se expresa, quizá de modo sorprendente, en el acto de “arrepentimiento” por Job en 42, 1-6. Obviamente, aquí hay mucho todavía por discutir.

1. En la historia de la interpretación del libro de Job, siempre ha sido un gran problema cómo entender la respuesta de Dios “desde la tormenta” a los lamentos anteriores y la reiterada protesta de inocencia de Job. Porque la respuesta de Dios no parece responder al problema del sufrimiento del justo, el cual representaría el caso de Job. Y, en realidad, la respuesta de Dios no explica el porqué del sufrimiento de Job, no contesta la pregunta de éste: ¿por qué a él le ha tocado pasar por esta miseria? Tal pregunta no tiene respuesta, es más bien una forma de subrayar la injusticia totalmente inaceptable de cada vida que sin razón se encuentra “echada al basurero” 1.
A mi modo de ver, el extenso debate entre Job y sus “amigos” tiene como resultado principal la constación de que Job es realmente inocente, que no es posible insistir en que Job haya pecado en algo, que a fin de cuentas el sufrimiento de Job no tiene nada que ver con su “culpa” personal 2. La respuesta de Dios no pone en duda ni califica de manera alguna este resultado. El “arrepentimiento” final de Job no debe ser interpretado, pues, como un reconocimiento de haber “fallado” o cometido algun “error”, del mismo modo que “los sufrimientos del presente momento” de los que habla Pablo en Rm. 8, 18-24, no se deben a los “pecados” de los “hijos de Dios” sino que representan los dolores del parto de una nueva realidad.

2. Así pues, tomemos por supuesto y no dudemos que Job fue un hombre justo e inocente de toda culpa. También fue un hombre rico. No sé por qué a la mayoría de los intérpretes del libro no se les ha ocurido comentar este aspecto del caso de Job. Porque a mí me parece sumamente importante el mismo elemento del texto. Como dice el título de una telenovela, Job es un rico que también llora, pero no por su propia arrogancia u otro defecto moral, sino por algun otro motivo que todavía desconocemos.
A mi modo de ver, es importante no tomar a Job como un símbolo general del inocente que sufre. Si lo tomamos así, no habrá manera de poder entender la respuesta de Dios a Job como palabra liberadora. No vale la pena tratar de hacer de Job un símbolo general del oprimido. No lo fue por mucho tiempo, y su precipitada “caída” —la cual levanta el debate multifacético entre Job y los demás— no sería “suficiente” para ser objeto de reflexión, si esa caída no fuera desde muy arriba. El debate del libro presupone que Job era antes muy distinto al pobre humilde que ha llegado a ser.
¿O es quizá más importante el hecho de que cuando Job abre su boca por primera vez ya es un pobre humilde, y todo lo que dice después en cuanto a su vida anterior —una vida pintada de excelentísima— puede entenderse como el discurso típico de mucha gente hoy, quienes, en medio de problemas socio-económicos cada vez más graves, suelen recordar con añoranza un tiempo en el pasado cuando la vida no era así? No importa lo que Job era. A la hora de su lamentación tan profunda, él existe como cualquier otro humillado, y así puede y debe ser visto como símbolo general de toda persona que ha tenido que sufrir muchísimo.
Puede ser. Pero lo que no me satisface de esta interpretación es el problema que deja sin explicación del “arrepentimiento” de Job. El último responso del protagonista del libro (42, 1-6) al discurso desafiador de Dios (38, 1-41, 34) me sigue dejando perplejo, a la vez que parece ser motivado por el variado “gemido” de la creación que Dios acaba de presentar. Job termina su penoso andar por el hondo laberinto de la marginación social y la confusión personal, con una esperanza que correspondería a la respuesta de Dios. Sin embargo, ¿cómo puede ser un signo de esperanza la respuesta de Dios a Job? Y, ¿cómo es que el arrepentimiento de Job no significa simplemente haberse conformado a la voluntad de un poder superior-heteronómico, sino haberse abierto, en términos de Pablo, a la vida más allá de los sufrimientos del presente momento?
El caso de Job representa el de un “convertido”, primero en el sentido de alguien súbitamente convertido en “pobre” contra su voluntad y derecho; y, segundo, en el sentido de alguien recién abierto a la vida “plena” que lo rodea. De modo que el libro de Job no representa en primer lugar una instancia de reclamo, no es un libro profético, sino más bien una instancia de la experiencia de la “conversión”. Identifica un momento muy específico en la profundización de la espiritualidad bíblica de la vida 3.

3. A lo largo del debate entre Job y sus “amigos” se presupone, sin nunca cuestionarla, una perspectiva muy típica en la literatura sapiencial de la Biblia. Esta perspectiva es la de que la riqueza o el bienestar social y económico es resultado de haber llevado una vida agradable a Dios, y por eso sirve como señal del favor de Dios y su bendición.
Ni Job ni sus “amigos” cuestionan este supuesto, sino que discrepan entre ellos sobre si Job ha hecho algo “malo” tal que ahora tenga que sufrir tanta desgracia. Job insiste en no haber hecho nada de esta índole, a la vez que sus “amigos” están seguros de que tiene que haber hecho algo, aunque sea sin saberlo, porque si no, ¿cómo explicar el surgimiento de tantos problemas? El debate entre ambos partidos es cada vez más agudo, y las posiciones ideológicas tomadas resultan cada vez más extremas 4.

4. Job fue un hombre rico. Aún no sabemos el significado preciso de este aspecto de su carácter para el libro de Job. No obstante, en ningun momento él es condenado por haber disfrutado de la abundancia de la tierra que su vida anterior le había permitido. En su respuesta al clamor de Job, Dios no trata de quitarle su nostalgia y deseo por los bienes materiales y la estima social que había conocido antes del presente desastre. La creación en sí, con toda su riqueza, es buena. No hay nada falso en querer vivirla lo más posible. A Job el “rico” Dios no lo llama a hacerse pobre, es decir, no se trata de convertir la falta de bienestar y de satisfacción corporal en una virtud espiritual. El problema de la riqueza no es que permite conocer los placeres de este mundo 5.
Pero si bien el “rico” Job no había hecho nada “falso”, todavía no ha entendido todo y pudiera ser que su riqueza anterior tenga algo que ver con esta limitación o falta de visión. De eso se trata en la respuesta de Dios a Job. Existe un concepto de la justicia —el cual comparten por debatirlo el Job de los lamentos y sus “amigos”— según el cual Job quedaría exonerado de toda culpa, aunque impotente para cambiar su situación. Existe otro concepto de la justicia, que correspondería al gemido de la creación aquí representado por la respuesta de Dios, ante el cual Job opta finalmente por “arrepentirse” de su discurso anterior y entrar en otra perspectiva.
Este otro concepto de la justicia —el del Dios de toda la creación— se distingue por su expansiva inclusividad. No se limita a reconocer y defender los derechos y privilegios de apenas unos cuantos seres humanos, sino que se extiende y valora hasta los elementos y procesos menos conocidos y percibidos por el mundo “civilizado”. Es un concepto de la justicia basado en la prioridad de la vida integral, y no restringido a la vida de un grupo particular o, peor aún, de sólo una élite de los “mejores”.
La respuesta de Dios no pone en duda la inocencia de Job, sin embargo sí cuestiona la suficiencia de esta postura para lograr lo que Job también busca: un mundo donde no se muera nadie antes de su tiempo, donde nadie sea víctima de un destino hecho por mano ajena. Ahora bien, si uno piensa que la inocencia como tal nunca puede o debe ser criticada, esto es, motivada a ver más alla de la problemática de quien es cupable, no quedaría otro modo de entender la respuesta de Dios a Job sino como una forma de aplastarlo. O es posible problematizar la verdad de la inocencia y la respuesta de Dios tiene algo que ver con tal problematización, o no es posible y entonces se preguntará sin nunca poder responder de manera adecuada por qué a partir del capítulo 32 de Job se hace tanto esfuerzo para examinar la suficiencia de esta postura.

5. Una aclaración importante: la pregunta, ¿quién es cupable por el sufrimiento actual de los muchos inocentes que se mueren antes de tiempo?, obviamente tiene validez. Es evidente que son estructuras humanas económicas y políticas las que vienen creando las condiciones “objetivas” responsables por el malestar y la muerte prematura de tanta vida. No busco aquí disminuir en nada la urgencia de analizar las causas de este sufrimiento y reclamar su terminación inmediata.
A la par voy pensando, por ejemplo, en una experiencia de reflexión con un grupo de mujeres, todas miembros de una comunidad eclesial luterana de base en un pueblo joven de la periferia de Lima, donde durante un período muy dificil, tanto en lo económico como en lo político, se solía escuchar comentarios o lamentos como el siguiente: una señora contaba que su esposo salía de su casa de madrugada, para trabajar a partir de las seis de la mañana en una fábrica todo el día. Al salir de la fábrica, a las seis de la tarde, entraba de seguido en otro trabajo hasta la media noche, regresando a su casa para dormir un par de horas antes de comenzar de nuevo. Así todos los días, para no ganar siquiera lo suficiente para alimentar bien a su familia. Este señor, según su esposa, se preguntaba cada vez con mayor frecuencia, ¿por qué me ha tocado vivir esto a mí? ¿Es ésta la vida?
Aunque probablemente hubiera aceptado una respuesta a sus interrogantes basada en un análisis de la estructura de poder, al mismo señor (y su esposa) no le iba a satisfacer sólo profundizar el “sentido” de su destino a este nivel de reflexión. Aun cuando nadie pensaría en sugerirle que la forma de su vida se debía a su propio actuar (a diferencia de los “amigos” de Job), surge la pregunta, y no tiene repuesta como tal, ¿por qué a mí me toca pasar la vida así sin nunca poder disfrutar de nada? ¿Por qué a mí me toca andar por este basurero?
En realidad, sólo queda, cada mañana, el proyecto de “salir adelante”, anhelando otro horizonte. Siendo así, propongo que la respuesta de Dios no trata de explicar lo acontecido, no pretende hacer del dolor de Job una lógica histórica, sino que Dios desafía a Job a encontrar otro camino, el cual bosqueja en su respuesta, para poder entrar en una nueva realidad.
Segunda aclaración: recuérdese que la “inocencia” de Job es propiamente una categoría jurídica, que tiene que ver con haber cumplido con todos los requisitos de un sistema cultural que, con base en tal cumplimiento, prometía a personas como Job el bienestar y una vida abundante. Cuando aquí, pues, se habla de problematizar la verdad de la inocencia, es este sistema de promesa y castigo, su capacidad de entregar y asegurar la vida plena, el que se está cuestionando.

II

La respuesta de Dios a Job, más el responso de éste (38, 1-42, 6), tiene la siguiente estructura:

A. 1. La respuesta de Dios (38, 1-3)

B. 1. El contexto cosmológico (38, 4-38)
38, 4-7: la base de la tierra (a. 1)
38, 8-11: el encierro del mar (b. 1)
38, 12-15: el amanecer (c. 1)
38, 16-18: el fondo del mar y los demás extremos (b. 2)
38, 19-21: la luz y la oscuridad (c. 2)
38, 22-30: la nieve, el granizo, la lluvia, el rocío (d. 1)
38, 31-33: las estrellas (c. 3)
38, 34-38: la lluvia (d. 2)

B. 2. Los animales no domesticados (38, 39-39, 30)
38, 39-41: la presa de las leonas y los cuervos
39, 1-4: el parto de las cabras monteses/hembras del venado
39, 5-8: la libertad del asno salvaje
39, 9-12: la “inservidumbre” del toro salvaje
39, 13-18: el carácter “mal educado” del avestruz
39, 19-25: la fuerza del caballo (guerrillero)
39, 26-30: la altura del águila

A. 2. Un interludio interrogante (40, 1-14)
40, 1-2: Dios
40, 3-5: Job
40, 6-14: Dios
B. 3. Los “monstruos” conocidos (40, 15-41, 34)
40, 15-24: Behemot
41, 1-34: Leviatán

A. 3. El responso de Job (42, 1-6)


Lo que aquí motiva y fundamenta el “arrepentimiento” final o la “conversión” de Job son los diferentes ejemplos más o menos “exóticos” presentados por Dios en 38, 3-38; 38, 39-39, 30; 40, 15-41, 34. Este “contenido” de la respuesta de Dios no es típico de la poesía bíblica, la cual, por el contrario, no parece interesarse mucho por el mundo de la naturaleza. Según Robert Alter:

...hay... poca poesía descriptiva de la naturaleza en la Biblia: el mundo natural no levanta mucho interés en sí; atrae la imaginación del poeta sólo en cuanto refleja el lugar del hombre en el universo o le sirve para algo. Pero en la poesía descriptiva dinámica y única de Job 38-41, el mundo natural vale por sí mismo, y el hombre, en vez de quedar en su centro, está presente sólo por implicación, periférica e impotentemente, en este tumulto de fuerzas insondables y fieras incontrolables 6.

Sin discutir aquí el último comentario de Alter, que corresponde a su propia interpretación de la respuesta de Dios, es cierto que la misma respuesta se fija en un aspecto de la realidad (antigua) no muy reflexionado por la tradición bíblica, es decir, en el contexto “no-humano” o “cosmológico” de la vida humana. En la respuesta de Dios a Job, es precisamente el mundo “no-civilizado” de la naturaleza “salvaje” el que constituye el enfoque particular del texto, supuestamente para entender mejor el infortunio de Job.

1. Con el responso final de Job a Dios en 42, 1-6, se completa el círculo de lamento creciente y reclamado reconocimiento que Job viene impulsando desde el comienzo del libro 7. El primer lamento de Job se vocea en 3, 3-26. Después se extiende a través y a pesar de las intervenciones recíprocas de los “amigos” de Job, hasta su última defensa en 29, 1-31, 40 antes de la manifestación terminante de Dios. Desde ahí —saltando sobre los agregados comentarios “pueriles” de Eliú en 32, 1-37, 24— Dios habla y Job escucha, dándose cuenta “de algo” para quedar finalmente “arrepentido”.
Es importante notar que la respuesta de Dios en 38, 1-41, 34 retoma, y así “contesta”, muchos elementos del primer lamento de Job en 3, 3-26. También en los discursos siguientes de Job, se puede notar el mismo vínculo entre el reiterado reclamo de Job y la respuesta de Dios 8. Pero en la medida que Job se va frustrando cada vez más con la crítica tradicional de sus “amigos”, y para defenderse ante ellos se concentra de manera creciente en proclamar su inocencia, su discurso a lo largo del libro se vuelve menos lamento y más cuestión de culpa, de quien tiene razón con respecto a los debates sapienciales antiguos que constituyen el trasfondo de la discusión prolongada entre Job y sus “amigos” 9. Es un debate sin fin. La respuesta de Dios logra “resolver” las discrepancias entre Job y sus “amigos”, volviendo al punto de partida y retomando el lenguaje “ecológico” del lamento inicial de Job. Así, por lo menos, se replantea el problema original.
En su primer lamento, Job se arrepiente del día en que nació. De este modo se registra el gemido cansado y desesperanzado de un decaído: “No tengo descanso ni sosiego; no encuentro paz, sino inquietud” (3, 26). El profundo lamento de Job parte del momento en que su vida comenzó. Dice que hubiera sido mejor no existir que tener que sufrir lo que le pasa ahora. Prefiere la no-vida a la “muerte viva” que le ha tocado experimentar, cuando se espera la muerte “y no le llega, aunque le busque más que a un tesoro escondido” (3, 21):

¡Maldita sea la noche en que fui concebido!
!Maldito sea el día en que nací!...
¡Maldita sea aquella noche, que me dejó nacer
y no me ahorró ver tanta miseria!
¿Por qué no habré muerto en el vientre de mi madre,
o en el momento mismo de nacer?
¿Por qué hubo rodillas que me recibieran
y pechos que me alimentaran?...
¿Por qué no me enterraron como a los abortos,
como a los niños muertos antes de nacer? (3, 3.10- 12.16).

En cambio, la respuesta de Dios llama a Job a asumir otra perspectiva aún más primordial: el punto de vista de la creación misma de la vida, el momento en el cual fue fundado el contexto cosmológico que ahora provee la vida para todos:

¿Dónde estabas cuando yo afirmé la tierra?...
¿Sabes quién decidió cuánto habría de medir,
y quién fue el arquitecto que la hizo?
¿Sobre qué descansan sus cimientos?
¿Quién le puso la piedra principal de apoyo,
mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora,
entre la alegría de mis servidores celestiales? (38, 4-7).

La justicia de Dios no es sólo un asunto de la “civilización” humana, no sólo tiene que ver con el destino de la raza biológica homo sapiens, sino que es fundamentalmente una cuestión de la vida integral, la creación de un espacio planetario donde todos los seres terrestres puedan reconocerse y tener un lugar donde estar.
Hay otros paralelos “contrapuntos” entre la última respuesta de Dios y el primer lamento de Job. En 3, 5, por ejemplo, el orador suspira pensando en el día de su nacimiento:

¡Ojalá una sombra espesa lo hubiera oscurecido, o una nube negra lo hubiera envuelto, o un eclipse lo hubiera llenado de terror!

En su respuesta a Job, Dios retoma la misma figura, pero ahora desde otro ángulo: “cuando el mar brotó del seno de la tierra... yo le di una nube por vestido y la niebla por pañales” (38, 8-9). Lo que representaba, para Job, la vestidura de la nada —una sombra espesa, una nube negra, un eclipse—, aparece en la respuesta de Dios como el primer traje —una nube por vestido y la niebla por pañales— del mundo recién parido.
En 3: 6, Job desea que se borre del calendario la fecha de su nacimiento: “¡Ojalá aquella noche se hubiera perdido en las tinieblas y aquel día no se hubiera contado entre los días del mes y del año!” 10. En su respuesta, Dios pregunta si Job sabe realmente de qué trataría su pedido:

¿Eres tú quien mantiene juntas a las Pléyades
y separadas las estrellas de Orión? 11
¿Eres tú quien saca a su hora al lucero de la mañana?
¿Eres tú quien guía a las estrellas de la Osa Mayor y de la Osa Menor?
¿Conoces tú las leyes que gobiernan el cielo?
¿Eres tú quien aplica esas leyes en la tierra? (38, 31-33).

En 3:8, todavía parte de la primera estrofa del lamento inicial, Job pide, pensando en la noche de su nacimiento: “¡Ojalá la hubieran maldecido los hechiceros, que tienen poder sobre Leviatán!”. Y como todos saben, en su respuesta a Job, el último y más extenso de los ejemplos tomados por Dios de la naturaleza describe a Leviatán, sobre quien nadie tendrá poder, salvo quien habla:

Con sólo ver a Leviatán,
cualquiera se desmaya de miedo.
Si alguien lo provoca, se pone furioso;
nadie es capaz de hacerle frente.
¿Quién, que se le enfrente, saldrá sano y salvo?
¡Nadie en todo el mundo!...
No hay en la tierra nada que se le parezca;
fue hecho para no sentir miedo jamás.
Hace frente aun a los más arrograntes,
y es el rey de todas las fieras. (41, 9-11.33-34).

En 3, 9, último versículo de la primera estrofa, el orador llega finalmente a querer que ya no se dé la luz, es decir, que el primer acto de Dios en crear el mundo quede ahora anulado:

¡Ojalá aquella mañana no hubieran brillado los luceros, ni hubiera llegado la luz tan esperada, ni se hubiera visto parpadear la aurora!

En cambio, Dios responde, como ya citado, en 38, 7 a este pedido de Job con una visión que a éste le hace recordar la fundación de la tierra, “mientras cantaban a coro las estrellas de la aurora entre la alegría de mis servidores celestiales”.
En la segunda estrofa del primer lamento, Job cuestiona el porqué de su nacimiento en vez de disfrutar, de una vez, de la tranquilidad y el descanso que provee la tumba. En cambio, Dios hace referencia en 38, 39-41; 39, 1-4, y también 39, 14-17.30, al parto desconocido y el modo quizás extraño de tratar a sus crías de varios animales.
En 3, 13-15.17-19, Job dice que únicamente la muerte le ofrece ahora el alivio que busca, aunque sea al costo de cualquier sentido de justicia 12:

Si yo hubiera muerto entonces,
ahora estaría durmiendo tranquilo,
descansando en paz
con los reyes y ministros
que se construyen grandes ruinas,
o con los gobernantes
que llenan sus palacios de oro y plata...
En la tumba tiene fin la agitación de los malvados,
y los cansados alcanzan su reposo;
allí encuentran paz los prisioneros,
y dejan de escuchar los gritos del capataz;
allí están grandes y pequeños por igual,
y el esclavo se ve libre de su amo (3, 13-15.17-19).

Dios, en cambio, expresa, en 39, 5-12, el deseo de los prisioneros en 3, 18 de no “escuchar los gritos del capataz”, así como el caso del esclavo en 3, 19, que sólo en la tumba “se ve libre de su amo”, cuando pregunta 13:

¿Quién dio libertad al asno salvaje?
¿Quién lo dejó andar suelto?...
No le gusta el ruido de la ciudad,
ni obedece a los gritos del arriero...
¿Crees que el toro salvaje querrá servirte
y pasar la noche en tu establo?
¿Podrás atarlo al yugo y obligarlo a arar,
o a ir detrás de ti rastrillando el campo?
¿Podrás confiar en él porque es tan fuerte,
y dejar que te haga tus trabajos?
¿Crees que te servirá para recoger tu cosecha
y para juntar el grano en tu era? (39, 5.7.9-12).

En 3, 20-26, Job lleva a cabo su primer lamento, encerrado en sí mismo, preguntándose:

¿Por qué deja Dios ver la luz al que sufre?
¿Por qué le da vida al que está lleno de amargura...?
Dios lo hace caminar a ciegas,
le cierra el paso por todos lados.
Los gemidos son mi alimento;
mi bebida, las quejas de dolor.
Todo lo que yo temía,
lo que más miedo me causaba,
ha caído sobre mí.
No tengo descanso ni sosiego;
no encuentro paz, sino inquietud (3, 20.23-26).

En su respuesta a Job, Dios subraya el hecho de que no todos los seres creados por Dios andan así, tan temeroso como Job. El caballo, por ejemplo, “se ríe del terror y no se asusta, ni se acobarda ante la espada” (39, 22). “Si el río crece, [Behemot] no se asusta; aunque el agua le llegue al hocico, está tranquilo” (40, 23). Leviatán “fue hecho para no sentir miedo jamás” (41, 33).
No es cierto que a cada una de sus criaturas Dios “le cierra el paso por todos lados” (3, 23). Por ejemplo, las crías de las cabras monteses y las hembras del venado, “crecen en el campo, y al fin se van y no regresan” (39, 4). El asno salvaje anda suelto (39, 5). Cuando el avestruz “se levanta y echa a correr, se ríe de caballos y jinetes” (39, 18). El halcón vuela (39, 26). El águila sube y pone su nido en las alturas (39, 27). La comida de Behemot se consigue “donde juegan todas las fieras” (40, 20). Y Leviatán, “si llegas a ponerle la mano encima, te dará tal batalla que no la olvidarás, y nunca jamás volverás a hacerlo” (41, 8).
Así pues, la respuesta de Dios contesta especialmente el primer lamento de Job. Sin embargo, ¿cuál es la lógica de esta réplica? Y, ¿cómo promete la vida en su plenitud?

2. En 31, 1-40, última parte de su defensa final, Job repasa todos los cargos que se le pudieran achacar, seguro de que ninguno tendrá que ver con él. Y la respuesta de Dios no pone en duda esta evaluación. Job no había procedido nunca con malicia ni intentado engañar a nadie (31, 5). No se había dejado seducir por ninguna mujer ni había buscado a otra que no fuese su esposa (31, 1.9). Siempre había atendido a los reclamos de sus siervos (31, 13):

Nunca dejé de socorrer al pobre en su necesidad,
ni permití que las viudas pasaran hambre.
Nunca comí yo solo mi bocado
sin compartirlo con el huérfano.
Siempre traté al huérfano como un padre;
siempre fui protector de las viudas.
Cuando yo veía que alguien moría por falta de ropa
o que un pobre no tenía con qué cubrirse,
con la lana de mis propias ovejas le daba calor,
y él me quedaba agradecido.
Jamás amenacé a un huérfano
valiéndome de mi influencia con los jueces...
Jamás el oro ha sido para mí
la base de mi confianza y seguridad.
Jamás mi dicha ha consistido en tener grandes riquezas
o en ganar mucho dinero (31, 16-21.24-25).


Nunca se había alegrado del mal de otra persona (31, 29). Trataba bien a los extranjeros y viajeros (31, 31-32). A nadie le había robado sus productos, ni había explotado a los campesinos (31, 39). Era un hombre bueno.
No obstante, resulta interesante releer lo que Job dice en la primera parte de su defensa final sobre su vida anterior:

...cuando la leche corría por el suelo
y el aceite brotaba de las rocas;
cuando yo tomaba asiento
en el lugar de reunión de la ciudad.
Los jóvenes, al verme, se hacían a un lado
y los ancianos se ponían de pie.
Aun los hombres importantes dejaban de hablar
y hacían señas de guardar silencio.
Los gobernantes bajaban la voz;
se les pegaba la lengua al paladar.
La gente, al verme o escucharme,
me felicitaba y hablaba bien de mí...
Yo pensaba: “Mis días serán tantos como la arena;
moriré anciano y en mi propio hogar.
Soy como un árbol plantado junto al agua,
cuyas ramas baña el rocío de la noche.
Mi esplendor se renovará conmigo,
y no me faltarán las fuerzas”.
Todos me escuchaban
y esperaban en silencio mis consejos.
Después de hablar yo, ninguno replicaba.
Mis palabras caían gota a gota sobre ellos,
y ellos las esperaban ansiosos,
como se espera la lluvia en tiempo de calor.
Cuando yo les sonreía, apenas lo creían,
y no dejaban de mirar mi rostro alegre.
Yo establecía mi autoridad sobre ellos
y decidía lo que ellos debían hacer,
como un rey al frente de sus tropas.
Cuando estaban tristes, yo los consolaba (29, 6-11.18- 25).

No existe ninguna contradicción entre este discurso (29, 1-5) y el anterior, esto es, la última parte de la defensa final de Job (31, 1-40). Ambos textos demuestran plenamente que él era un hombre en verdad “decente”, y además reconocido como tal por su propio pueblo. Era una “autoridad”, en el mejor sentido de esta palabra, “como un rey al frente de sus tropas” (29, 25). Pero hay algo más.
Todo lo que Job recuerda de su vida anterior ubica su felicidad en el “centro” de la sociedad, “como un árbol plantado junto al agua”, donde la gente se reunía “en el lugar de reunión de la ciudad”, o sea, la plaza principal, donde Job podía sentirse “realizado” como persona por saberse siempre escuchado: “Mis palabras caían gota a gota sobre ellos, y ellos las esperaban ansiosos, como se espera la lluvia en tiempo de calor” (29, 22).
En su respuesta a Job, Dios retoma esta “metáfora” de la lluvia, sólo que ahora dentro de una visión bastante diferente de la vida plena. La nueva visión se capta por excelencia al margen de la sociedad humana “oficial”, donde el mundo “civilizado” deja de dominar y se puede encontrar otra realidad menos “familiar” (por lo menos a Job y la sabiduría “científica” de su tiempo), el mundo de los procesos primordiales, los animales no domesticados, los temidos “monstruos”.
A mi modo de ver, es muy importante que casi todos los ejemplos o “pruebas” que Dios presenta en su respuesta a Job sean tomados de la periferia del mundo antiguo conocido. Dios desafía a Job con todo lo que en su queja anterior no había sabido tomar en cuenta, no para “rebajarle”, sino para abrirle un horizonte nuevo mucho más amplio que su presente “estrechez”.
Mientras Job recuerda sus palabras que caían “gota a gota” como “la lluvia en tiempo de calor”, Dios se refiere a “los depósitos de la nieve y el granizo” (38, 22), “el aguacero” y “la tormenta” que llueve “en el desierto, en lugares donde nadie vive”, y así riega “la tierra desolada” y ahí hace brotar la hierba (38, 25-27). Le pregunta a Job:

¿Quién es el padre de la lluvia y del rocío?
¿Quién es la madre del hielo y de la escarcha?
¿Quién vuelve el agua dura como la piedra
y congela la superficie del océano?...
¿Puedes dar órdenes a las nubes
de que te inunden con agua?
Si mandas al rayo que vaya a alguna parte,
¿acaso te responde: “Aquí estoy, a tus órdenes”?
¿Quién dio instinto inteligente
a aves como el ibis o el gallo?
¿Quién es tan sabio que sepa cuántas nubes hay?
¿Quién puede vaciarlas para que den su lluvia,
para que el polvo se convierta en barro
y se peguen los terrones entre sí? (38, 28-30.34-38).

Es obvio que sólo a nivel metafórico con respecto a “la lluvia en tiempo de calor”, Job “estaba hablando de cosas que no entiendo, cosas tan maravillosas que no las puedo comprender” (42, 3). La vida no es ni única ni principalmente la que se realizaba en la plaza principal, donde los “señores” del pueblo junto con Job el “rico” solían saludarse y escucharse hablar en el centro de la ciudad. La vida es algo mucho más amplio, pero ello quedaba simplemente fuera de la discusión anterior entre Job y sus “amigos” acerca de la justicia de Dios.
Más de una vez en su respuesta a Job, Dios hace referencia explícita a las diferentes zonas marginales del mundo mediterráneo antiguo. No sólo “la tormenta” dirigida por Dios llueve “en el desierto, en lugares donde nadie vive” y así riega “la tierra desolada” (38, 25-27). También las crías de las cabras monteses y las hembras del venado “crecen en el campo” (39, 4). Al asno salvaje:

Yo le señalé, como lugar donde vivir,
el desierto y las llanuras salitrosas.
No le gusta el ruido de la ciudad,
ni obedece a los gritos del arriero.
Recorre las lomas en busca de pasto,
buscando cualquier hierba verde para comer (39, 6-8).

Además: “¿crees que el toro salvaje querrá... pasar la noche en tu establo [y no en un lugar apartado de la agricultura]?” (39, 9). El avestruz “abandona los huevos en la arena, para que se incuben al calor del sol” (39, 14). El águila “pone su nido en las alturas. Ella vive día y noche en los peñascos, levanta su fortaleza en un picacho” (39, 27-28).
Salvo el caballo —pero nótese que no es cualquier caballo, sino un caballo de guerra—, todos los animales a los que Dios hace referencia en 38, 39-39, 30 vivían en la periferia del mundo antiguo “civilizado”, mundo donde regía la sabiduría representada por los “amigos” de Job y eran afirmados los valores sociales con base en los cuales Job había sido visto con razón como el hombre más justo y respetado de su pueblo. En su respuesta a Job, representante por excelencia de lo “bueno” de ese mundo “civilizado”, Dios le hace ver el “otro” reino a su alrededor, el cual obviamente Job aún no conocía muy bien, aunque, primero, formaba la base —el contexto cosmológico, y con respecto a la lluvia, el “insumo económico” imprescindible— para su propia existencia 14. En segundo lugar, revelaba, por parte de Dios, un concepto de la vida y la justicia que, a fin de cuentas, no iba a cuadrar dentro de los esquemas tradicionales de la sabiduría convencional 15.

III

El problema de la injusticia —el sufrimiento de los inocentes y su muerte antes de tiempo— es resultado, hoy, de la marginación social, la cual es, pues, un mal como tal. La falta de acceso a los sustentos requeridos por la vida no se puede ni se debe justificar, igual que Job tenía derecho a sentirse acompañado y no hostilizado por los “amigos” en su dolor; tenía derecho a recibir una respuesta a la pregunta por qué, en su caso, no le había funcionado el sistema de sabiduría que le prometía todo bien si cumplía con sus reglamentos; tenía derecho a protestar su inocencia y no aceptar la falsa consolación ofrecida por los representantes de la verdad oficial. La respuesta de Dios no pone en duda ninguno de estos derechos, más bien por responder a Job los reconoce como válidos. Dios mismo no puede pasar por alto el lamento y el clamor del inocente que sufre.
Sin embargo, Dios no responde a Job de acuerdo con la lógica de su protesta. Ahí está la crux interpretandum. Creo que la respuesta de Dios trata de la misma realidad sobre la que la teología latinoamericana de la liberación también ha querido llamar la atención, es decir, el poder creativo y desafiante del mundo —tanto humano como no humano— olvidado e ignorado por el presente sistema económico-político de la “injusticia institucionalizada”, un sistema cultural de pensamiento y proceso “legal” que a fin de cuentas, como los “amigos” de Job, solamente busca “racionalizar” el sufrimiento y la muerte prematura de tanto ser. La respuesta de Dios convalida, por un lado, la inocencia de Job, no obstante a la vez lo llama a integrarse de forma más profunda en la vida de toda la creación, cuya lógica y concepto de la justicia no se limitan a promover los intereses y bienestar de apenas unos cuantos elementos. El “buen gobierno” de Dios, para usar el lenguaje de Guaman Poma, vela por la vida de todos los pueblos de la tierra y el derecho de cada criatura a existir en toda su variedad y complejidad.
Cuando Job “se arrepiente” al final, ¿no sería precisamente por haber escuchado en la respuesta de Dios un llamado a solidarizarse con la vida en todas sus formas? En este caso, el gemido de la creación nos estaría llamando más allá del lamento y la disputa teológica, por más necesarios que sean, para entrar de modo concreto en la lucha diaria por la vida, al lado de “la leona y... sus cachorros, cuando están agazapados en sus guaridas y se ponen el acecho en los matorrales” (38, 39-40), junto con “el cuervo... cuando sus polluelos claman a Dios y vagan hambrientos” (38, 41), admirando y defendiendo la libertad del asno salvaje y suelto (39, 5) y el toro salvaje (39, 9), el coraje y la fuerza del caballo (39, 19) y su falta de temor (39, 22), la fecundidad abierta de las cabras monteses y las hembras del venado (39, 1), hasta los hábitos extraños y extremos del avestruz (39, 13), el halcón y el águila (39, 26-27).




1 El intento pues, de no pocos intérpretes, antiguos y modernos, de demostrar que la respuesta de Dios puede servir para “justificar” —tipo teodicea— la historia de Job, está simplemente equivocado. No se trata de una lectura posible del libro de Job, sino de un camino falso de indagación.
2 Job fue un hombre sin culpa. Todo el argumento del libro —o sea, el marco narrativo de prosa o la “fábula” de los primeros capítulos (1, 1-3, 2) y el último (42, 7-17), tanto como los varios “diálogos” intercalados de poesía (3, 3-42, 6)— requiere que Job haya sido un hombre moralmente “perfecto”, porque es a los límites de esta visión de la vida humana “completa” a los que se quiere prestar atención en la respuesta de Dios a Job. Fue justamente porque Job había cumplido, y seguía cumpliendo, con todo lo que su cultura indicaba como base para una vida integral y buena, que su caso podía servir como promotor de una visión diferente de la vida plena.
3 El caso de Job se puede comparar, quizá, con la situación actual en Perú de mucha gente de la “clase media”, inclusive no pocas personas de las familias oligárquicas tradicionales, cuya fortuna y nivel de bienestar han bajado rápida y seriamente en los últimos años. En muchos casos, esta “caída” no se debe a un mal manejo de los recursos económicos propios o a llevar un estilo de vida destinado de antemano al fracaso, sino a factores político-económicos “desde arriba” (véase la escena de la “corte celestial” en Jb. 1, 6ss.). Ahora tienen que reaccionar. Unos se refugian en su inocencia y la añoranza de “los tiempos que fueron”. Otros empiezan a encontrar estrategias de vida en las prácticas sociales de los “desde siempre” marginados, aunque a la “gente de clase media” le cueste verse así, esto es, tienen que “arrepentirse” primero de sus prejuicios anteriores para entonces poder entrar en la visión de esperanza y la experiencia de sobrevivencia y solidaridad de los más necesitados.
4 Ya hemos observado que a este nivel del libro, Job resulta el evidente ganador. El argumento de los “amigos” no se impone, aunque la prolijidad y el esfuerzo que Job tiene que hacer para contestarles sugiere que el argumento de los “amigos” era visto como el más “probable” en el contexto original socio-retórico del libro.
5 El problema de la riqueza actual es precisamente que quita a la gran mayoría de los seres humanos y no-humanos empobrecidos por el enriquecimiento de unos cuantos, la posibilidad de disfrutar de los bienes y los placeres de los que deben gozar en la vida.
6 Véase Robert Alter, The Art of Biblical Poetry. New York, Basic Books, 1985, pág. 104: “there is... little descriptive nature poetry in the Bible: the natural world is of scant interest in itself; it engages a poet’s imagination only insofar as it reflects man’s place in the scheme of things or serves his purposes. But in the uniquely vivid descriptive poetry of Job 38-41, the natural world is valuable for itself, and man, far from standing at its center, is present only by implication, peripherally and impotently, in this welter of fathomless forces and untamable beasts”.
7 Otro “círculo” más irónico, dentro de la estructura antifónica del libro, contempla las diferentes características posibles del encuentro eventual entre Job y Dios. En 9, 1-35, primera parte del tercer lamento de Job, se anticipa en casi todo aspecto la realidad desafiante de que Dios responda, tal como ocurre en 38, 1-42, 6.
8 En 12, 7-10, parte de su cuarto “lamento” en contra del argumento disculpador de Dios por los “amigos”, Job se refiere al mundo de la naturaleza —los animales, las aves, las plantas, los peces—, igual que el mismo Dios hará referencia a ellos más tarde en su propia “defensa”. En 12, 15 y 12, 22, se emplea la misma figura de controlar las aguas torrenciales y tener conocimiento de la oscuridad profunda. En 14, 7-12.18-19, se compara la condición mortal de Job con los procesos “naturales” del deterioro y el olvido. Sin embargo, llama la atención el “tono” diferente de esta visión de la naturaleza “pasajera” en comparación con la respuesta de Dios a Job, donde Dios se manifiesta al tanto de todo lo que pasa en el mundo. Véase, también, 6, 5.15-17; 7, 12; 9, 26; 10, 16; 24, 5.
9 Véase Claus Westermann, The Structure of the Book of Job: A Form-Critical Analysis. C. A. Muenchow, trans.; Philadelphia, Fortress, 1981, pág. 12: “On Job’s side the lament remains the chief component. However, alongside the lament there must now appear opposition to the friends, with the result that the whole comes to be depicted as a disputation. Nevertheless, this disputation, which has come together out of different elements, remains encompassed by the lament (chaps. 3 and 29-31), which has the first and the last word” (“Por el lado de Job, el lamento sigue siendo el componente principal. No obstante, junto con el lamento tiene que darse ahora la resistencia a los amigos, con el resultado de que todo llegue a ser representado como una discusión. Pero esta discusión, la cual se ha hecho de diversos elementos, queda dentro del marco del lamento [los capítulos 3 y 29-31], el cual tiene la primera y la última palabra”).
10 Véase, también, 10, 1-22, esp. vv. 18-19.
11 Véase, también, 9, 9.
12 El punto de vista aquí de Job, y en 9, 22-24; 21, 23-26, se parece mucho al del Eclesiastés. Véase, por ejemplo, Ec. 2, 14-16: “...me di cuenta de que a todos les espera lo mismo, y me dije: ‘Lo que le espera al necio también me espera a mí, así que de nada me sirve tanta sabiduría. ¡Hasta eso es vana ilusión! Porque nunca nadie se acordará ni del sabio ni del necio; con el correr del tiempo todo se olvida, y sabios y necios mueren por igual’”.
13 Véase, también, 7, 1-2.
14 Sobre la importancia económica de la lluvia en el mundo mediterráneo antiguo, véase la discusión y la literatura citada en John Dominic Crossan, The Historical Jesus: The Life of a Mediterranean Jewish Peasant. San Francisco, Harper San Francisco, 1991, págs. 140s.
15 Cf. Gustavo Gutiérrez, El Dios de la vida. Lima, Instituto Bartolomé de las Casas-Centro de Estudios y Publicaciones, 1989, págs. 279-307. A diferencia de Gutiérrez, no me parece ser “la gratuidad” de Dios la que se revela en su respuesta a Job, sino la vida “desbordante” que Dios ha creado y que no cabe finalmente en un concepto retributivo de la justicia. No obstante sí puedo afirmar con Gutiérrez: “Lo que [Job] debía hacer era saltar el cerco que le había puesto esa anquilosada y peligrosamente idolátrica teología [de la retribución], correr libre por el campo del amor [desafiante] de Dios y respirar a todo pulmón como aquellos animales no domesticables por el ser humano que Dios describe en su alegato” (pág. 307).

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